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| Centro de Estudios de la Comunidad de Albarracín

La trashumancia en la Sierra de Albarracín

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Este artículo de José Luis Castán Esteban describe la práctica de la trashumancia en la Sierra de Albarracín, donde los habitantes y sus rebaños se trasladan estacionalmente entre las montañas y las tierras bajas para aprovechar los pastos disponibles. ​ Durante el invierno, los rebaños se desplazan a zonas más cálidas como la llanura central valenciana, Orihuela, Ciudad Real y el valle alto del Guadalquivir. ​ En verano, regresan a las montañas para evitar la sequía y las enfermedades.

El régimen foral de Albarracín, con raíces medievales, regulaba el uso de los pastos, permitiendo a los vecinos apacentar sus rebaños en tierras comunales, excepto en dehesas privadas. Las dehesas, reservadas para ciertos ganaderos, eran un obstáculo para el uso comunitario de los pastos. ​

La trashumancia implicaba el uso de rutas específicas, aunque no todas las rutas de ganado eran trashumantes. ​ Las relaciones entre comunidades a lo largo de estas rutas no siempre eran cordiales, y a menudo se resolvían mediante tribunales o acuerdos. ​

Los ganaderos de Albarracín disfrutaban de privilegios en el reino de Valencia y en Castilla, que les permitían acceder a pastos sin pagar ciertos impuestos. ​ Sin embargo, con el tiempo, la presión sobre los pastos aumentó, y los arrendamientos se volvieron más comunes y costosos, contribuyendo a la crisis de la trashumancia en el siglo XVIII. ​

La Mesta de Albarracín, una institución que protegía los intereses de los ganaderos, tenía amplias competencias, incluyendo la defensa de pleitos, el control de abrevaderos y la caza de depredadores. ​ A finales del siglo XVIII, la Mesta de Albarracín se unió a la Mesta castellana para beneficiarse de sus privilegios. ​

Los ganaderos trashumantes debían pagar varios impuestos, como el servicio y montazgo, el paso y asadura, y el diezmo de los corderos y la lana. ​ Estos impuestos variaban según la región y la época del año.

En resumen, la trashumancia en la Sierra de Albarracín era una práctica esencial para la supervivencia de los rebaños, regulada por un complejo sistema de derechos y privilegios, y enfrentada a desafíos económicos y sociales a lo largo del tiempo. ​

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Autor: Manuel Matas

Miembro de la Junta Directiva de CECAL

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