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Tremedal o tremedales (Alberto Villén Pinilla)

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Alberto Villén fue –es– sin duda un hombre renacentista. Sus múltiples facetas tanto profesionales como artísticas así lo corroboran. Hoy vamos a daros una muestra de su faceta de articulista que versa sobre un tema situado medio camino entre la filología, la toponimia, y el medio natural. Con una prosa fluida, amena y erudita nos adentra en el estudio de una de esas «palabras retorcidas” de la Bruja del Ojuelo que más le fascinó tanto por su rotunda fonética como por su rica y variopinta semántica. Esa palabra no es otra que la que da apelativo a su lugar de nacimiento, a su primer equipo de fútbol, a no pocas sus amigas y vecinas, a su monte favorito, a su gran devoción mariana, a un santuario que vio renovarse varias veces a lo largo de su vida, a una asociación o junta de la que fue miembro destacado, a un museo que ayudó a fundar y cuidó con mimo, a un bello y frágil hábitat natural que gracias a su impulso –entre-otros- ha merecido un reconocimiento de importancia internacional, a uno de sus poemarios más preciados, a un municipio que gobernó con acierto y dedicación y, en fín, a una tierra bajo la que descansa en paz este ilustre oriolano… añorado padre, hermano, compañero, vecino, buen ciudadano y mejor amigo.

Os dejo con un artículo de Alberto escrito en el año 2007 para la revista Rehalda de CECAL. Que lo disfrutéis.

 Tremedal o tremedales*

Recuerdo que desde niño he tenido sumo interés por la palabra tremedal. Jugábamos al fútbol, más bien a la pelota, diría yo, y teníamos un “equipete” al que le pusimos por nombre ‘El Tremedal’.

Utilizábamos un pequeño campo que estaba situado en el paraje de los “ojos”, porque con su fresca hierba el suelo estaba más blando y no nos hacíamos daño al caer, lógicamente eran los aledaños de un tremedal. Hoy, pasados una cincuentena de años, continúo un poco obsesionado con sacarle todo su jugo a esa “palabreja” que durante tantos años ha rondado por mi mente. Ser de Orihuela, la del Tremedal, y venerar a su Virgen, lógicamente influyen poderosamente en ese interés. En el programa de fiestas de Orihuela del Tremedal del año 1987 ya publiqué un artículo titulado “TREMEDAL”; quería entonces felicitar y dar un mayor protagonismo a todas aquellas mujeres así llamadas (quienes no son de la zona desconocen de dónde proviene su nombre, por qué se llaman así), y resaltar todavía más, si es que era posible, el de Ntr.ª Sr.ª del Tremedal. No obstante en aquél momento lo hice de una manera muy ligera.

Creo no ser el único que, en múltiples ocasiones se habrá planteado cual es el significado de TREMEDAL. Tanto nuestra sierra, como nuestro pueblo y, cómo no, nuestra Santísima Virgen, son conocidos con el añadido “del Tremedal”. Por ello un poco basándome en la realidad y un poco echando mano a la imaginación, voy a tratar de darle una interpretación particular, y en ningún caso científica. Es suficiente con echar un vistazo a cualquier enciclopedia para saber que tremedal (del latín tremere) es un “terreno pantanoso, abundante en turba, cubierto de hierba o césped, y que por lo escaso de su consistencia retiembla cuando se anda sobre él”. Pero tremere no sólo da origen a Tremedal, hay otras muchas palabras, y por tanto sus correspondientes sentidos, que se derivan de ella. Aún más, voy a permitirme el lujo a mi manera, y sin tratar de ser ningún investigador académico, de con una amalgama de palabras próximas, al menos en el espacio enciclopédico, potenciar al máximo ese significado.

Cierto que el cerro del Tremedal está rodeado de fuentes y goteales, e incluso tenemos en su cima un pozo artesiano que puede ser el último reducto de una laguna en el centro de un “tremedal”, lo que nos llevaría a cantar ese origen ya citado. Observar palabras como tembladal, tembladeral, o tembladero, -era, puede llevarnos a otros posibles orígenes, ya que sería lo mismo que decir temblar o retemblar. Tanto terrenos como personas pueden verse afectados por esa circunstancia. No escapan a nuestra vista esos tremendos ríos de piedra que surcan las laderas cual si de corrientes de lava se tratase, parece como si movimientos sísmicos o volcánicos les hubiesen dado lugar —y no vamos a entrar en valorar si esos bloques de cuarcita se originaron con anterioridad a los periodos fríos periglaciares, o no—. Pero además esos movimientos pudieron hacer temblar de miedo a quienes poblaran esta zona, y en otro orden nosotros mismos seguimos temblando de frío durante los crudos inviernos. Estoy seguro, porque no hay lugar a duda, de que todos los que al menos aquí vivimos, somos conocedores de la multiplicidad de hongos que producen los suelos de nuestro término. Por enumerar, dentro de los llamados buenos, los más conocidos: Boletus edulis o porro; Lactarius sanguifluus y deliciosus o rovellón y níscalo; Morchella rotunda o colmenilla; Cantharellus cibarius o cantaro-rebozuelo; y, lógicamente, alguno más. Ello nos lleva a aceptar otra serie de palabras como tremela, tremelina, o tremelíneo, -a, género de hongos tremeláceos de los que se conocen unas dos docenas de especies, aunque ni siquiera sé si son precisamente de alguna de esas especies los que nosotros cogemos. Tremeloide también nos llama la atención, significa algo semejante a la jalea, que por otro lado es alimento base de las larvas de las abejas. Es éste, pues, un terreno que goza de las simpatías de algunos apicultores para depositar en él sus colmenas, de las cuales recogerán una inmejorable miel. Podríamos añadir aquí la palabra Trade-mel que se cita el séptimo día de la Novena (a Ntr.ª Sr.ª del Tremedal) y que habla de dulzuras y sabrosa miel. Hacemos una última observación con tremendo, -a que viene a resaltar todo aquello que es digno de respeto y reverencia. En definitiva, la palabra TREMEDAL conjunta todo aquello que nos es congénito, como un talismán de todo cuanto nos rodea. Quiero entender que nos define desde cómo se formaron los terrenos a como son; o el clima; qué produce la naturaleza; a cómo son sus gentes; terminando en la máxima expresión, el respeto y reverencia a nuestra Virgen.

Ahora hago más extensivos tanto aquellos razonamientos como los impulsos que me llevaron a escribirlos, y es por ello que con conocimientos más puntuales, aunque resumidos, pretendo trasladarlos a quienes los encuentren lo suficientemente atractivos. Son mayoría, fuera de nuestro ámbito, quienes no conocen esta palabra o su significado, o la consideran una palabra moribunda. Yo quisiera darle un empuje especial, el que se merece; quisiera que se sepa de su fuerza, de su importancia, de su utilización. Cierto que es muy introvertida, solitaria, utilizando un término de hoy en día, una palabra “friki” (rara). Tiene sin embargo un eco y un poderío impresionantes, tal vez por su vibración, por su absorción. Aparece en cualquier ámbito de la vida mundial, ya sea de la historia, de la cultura, narrativa, de la física y, sobre todo, de la geografía y de la biología, lecho de flora y fauna, de detritus, siempre aislada; eso sí, una o dos veces entre cientos o miles de palabras, como si nada, dándole el toque de la esencia al tema que se esté tratando. Muchas veces aparece como el fin del mundo, del desecho, de la degradación, de la injusticia.

Entre las pautas que dan lugar a que se produzcan los Tremedales, están la altitud, el depósito de nieves, substratos no permeables o con escasa capacidad de drenaje; se encuentran en las zonas más tendidas de la montaña, normalmente en las bases o laderas; todos los que hemos salido alguna vez a recorrer nuestros montes lo hemos podido comprobar. Si lo analizamos, con la desaparición de las precipitaciones, principalmente de las nieves, también los tremedales (popularmente llamados por nosotros gotiales o botiales) se han visto afectados, se han desecado en gran medida. Antes era fácil encontrarnos, casi sin querer, con un escenario en el que nuestros pies se hundían cuando andábamos por los montes. ¿Quién no ha visto, o ha oído referir, que algún animal se ha clavado hasta el vientre o más, o incluso ha desaparecido en algún tremedal? De niños éramos advertidos de que no nos aproximásemos a los “ojos” porque podían absorbernos —alguna vez las pasamos canutas—. Un asombroso descubrimiento de este género fue el de un cadáver bastante bien conservado, enterrado en un tremedal danés hace más de 2000 años. Hoy esos lugares se han reducido enormemente en todo el mundo, por eso hay que preservarlos, cuidarlos incluso.

Cierto es que si echamos mano a la Convención de Ransar, tendremos que saber diferenciar, creo yo, entre pequeños y grandes humedales, lógicamente entre los pequeños se encuentran los tremedales. La Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas, conocida en forma abreviada como Convenio de Ramsar, fue firmada en la ciudad de Ramsar (Irán) el 2 de febrero de 1971 y entró en vigor en 1975. Su principal objetivo es “la conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales, regionales y nacionales y gracias a la cooperación internacional, como contribución al logro de un desarrollo sostenible en todo el mundo”. La Convención de las Naciones Unidas sobre las Tierras Húmedas de Importancia Internacional (Convención RAMSAR) define las tierras húmedas como: “áreas de pantano, marjal, turbal o agua, sean naturales o artificiales, permanentes o temporales, con agua estática o corriente, dulce, salobre o salada, incluyendo áreas de aguas marinas cuya profundidad en baja marea no excede los seis metros”. Entre las tierras húmedas más importantes se encuentran los pantanos de marea y agua dulce, tremedales, marjales, turbales herbáceos y arbolados de agua dulce, manglares, lagunas costaneras, terrenos aluviales, deltas y esteros. En el año 2005, 144 estados miembros de todo el mundo se habían sumado a dicho acuerdo, protegiendo 1401 humedales, con una superficie total de 122,8 millones de hectáreas, designados para ser incluidos en la lista de Humedales de Importancia Internacional de Ramsar. Cada tres años los países miembros se reúnen para evaluar los progresos y compartir conocimientos y experiencias. El número de sitios en el año 2000 era de 1021. El país con un mayor número de sitios es el Reino Unido con 169; la nación con la mayor área de humedales listados es Canadá con más de 130.000 km2, incluyendo el Golfo de Queen Maud con 62.800 km2.

La verdad es que nosotros no podemos ofrecer esas extensiones, estamos mucho más limitados. Pero si es interesante resaltar la importancia que tiene saber reconocer y conservar lo que tenemos. En estos momentos podemos comprobar, al recorrer nuestra Sierra, cómo prácticamente todos los tremedales se encuentran delimitados con sencillas alambradas. Según referencia de los humedales de Aragón, los Tremedales de Albarracín son unas turberas con una superficie de inundación de 586,6 ha. La calidad de las aguas superficiales y subterráneas es previsiblemente aceptable y la vulnerabilidad a la contaminación de los acuíferos del mesozoico es elevada. La flora que encontramos está compuesta por matorrales y brezales enanos. Estos tremedales se incluyen muchas veces dentro de los Tremedales de Orihuela de Tremedal. Encontramos el inicio de la extensa zona que ocupan los Tremedales de Albarracín, en la zona denominada del Puerto, carreteras hacia Griegos y Noguera, Fuente del Canto de Bronchales o Majada de las Vacas.

Javier Burillo Panivino, al escribir sobre turberas y ríos de piedra, dice textualmente: “Formas periglaciares cuaternarias como laderas de bloques (canchales), lóbulos de gelifluxión en vertientes (deslizamientos por acción del hielo-deshielo), ríos de bloques en el fondo del valle, etc. Los bloques, a veces de gran tamaño, tienen su origen en procesos crioclásticos (acción del hielo). Los lóbulos de gelifluxión dan lugar a formas abombadas y bancales, donde se instalan pequeñas turberas, por acumulación de humedad y materia orgánica, que reciben la denominación local de tremedales, variedad de musgo que se encuentra en lugares húmedos y absorbe mucho el agua, aguantando la humedad por mucho tiempo. La materia que al final rellena el tremedal es la turba, restos parcialmente descompuestos del esfagno (variedad de musgo que se encuentra en lugares húmedos y absorbe mucho el agua, aguantando la humedad por mucho tiempo) y otras plantas. La turba se acumula porque muy pocos seres vivos —ni siquiera los microorganismos que causan la descomposición— pueden prosperar en el agua extremadamente ácida y pobre en oxígeno del tremedal”.

Cuando la capa es suficientemente sólida, arraigan en su esponjosa superficie arbustos y, más tarde, árboles. Los tremedales se pueden reconocer a menudo por la disposición de la vegetación sobre su superficie: alrededor de un «ojo» de agua al descubierto aparece una capa flotante de esfagno y juncos. Hacer referencia a las plantas carnívoras, llenas de color y poder de atracción, entre las formas de vida encontradas en los zonas pantanosas de turba o tremedales, ya que el esfagno es el mejor sustrato para su supervivencia, y también metanógenos, que son organismos unicelulares productores de metano que viven en ambientes ácidos libres de oxígeno. Estoy convencido que para la vista serán mucho más atrayentes, más fotogénicos, en principio más convincentes a la hora de visitar, los lagos o las amplias superficies de agua, pero biológicamente y por descontado porque es lo que aquí me interesa resaltar, son nuestros pequeños tremedales la maravilla de una vida minúscula que apenas podemos percibir, pero que está ahí como una ofrenda de biodiversidad, la esencia que debemos enmarcar.

Lo que es la zona de los gamellones en el Egido de Orihuela, entre Santa Bárbara y la carretera de la Residencia, lugar apropiado para el pastoreo de ganado, sobre todo vacuno y equino (recordemos la dula, aquél cuidado del ganado común en dehesas boyales municipales), ha sido uno de los tremedales de mas fácil acceso, aunque hoy hayan desaparecido totalmente el ganado y prácticamente el tremedal que era.

Por hacer una referencia a esos pequeños humedales hay un paraje llamado el Dolmen del Tremedal de Montehermoso, en Extremadura, que se encuentra situado próximo a una charca que es utilizada como abrevadero para las vacas dentro de una Dehesa Boyal. Y por hacerlo a nivel internacional, pienso, que según la Secretaría de Ramsar, varios cenagales naturales de la región de Salzburgo (Austria), son de los que más se asemejan. “Se trata de una depresión kárstica de piedra caliza en la que hay tremedales, cenagales naturales de transición y terrenos pantanosos. El sitio es sede de una gran diversidad biológica de vegetación característica de los cenagales naturales; las especies típicas son la juncia floribunda (Carex pauciflora), la hierba de la gota (Drosera anglica), la Drosera intermedia y la Drosera rotundifolia, el poroto de los pantanos (especie de haba o frijol de las ciénagas) (Bogbean), la Swertia de los pantanos (flores azuladas de forma acampanada que se pueden ver entre junio y agosto), y numerosas especies de musgos. El lecho de roca firme caliza está cubierto con una capa de esquisto (roca sedimentaria blanda) impermeable a la que debe su origen la formación de las turberas, los arroyos y las corrientes”. También tenemos en Letonia el sitio denominado “Tremedales Septentrionales” con una extensión de 5.318 has. Situado en las regiones de Limbazi y Valmiera, es un área natural protegida y parte de una Reserva de Biosfera de la UNESCO. Comprende dos grandes turberas altas, que divide la frontera con Estonia. Junto con la Reserva Natural de Nigula (Estonia, sitio Ramsar Nº 910), situada a 1 km al oeste del tremedal de Kapzemes, el área comprende uno de los mayores conjuntos de humedales prístino de las repúblicas del Báltico.

A diferencia, y para una pequeña muestra de lo que son otro tipo de humedales, citemos la laguna de Gallocanta en Aragón o la Albufera en Valencia, que no son tremedales sino más bien acuíferos. En la zona tenemos la Laguna de Bezas, cerca del sabinar de Saldón, donde se pueden contemplar una serie de aves como patos, garzas y otras aves acuáticas, que junto a sus pinos y sabinas le dan al paraje un realce especial. E incluso el embalse de la Toba en Orihuela, hecho de una manera semi-artificial, cerca del nacimiento del río Gallo, y donde aparte de ir creciendo en el fango de sus orillas ciertas plantas, podemos observar una nueva fauna que va llegando tal vez atraída por carpas y otros alimentos, como algún pato o alguna grulla, que también habría que proteger. Las zonas donde en su geografía física existen tremedales suelen utilizar esta palabra para dar nombre ya sea a sus poblaciones, sus sierras, o sus Vírgenes, de ahí que no solamente Orihuela se llame del Tremedal, hay otras, como Tremedal de Tormes en la provincia de Salamanca, pequeña población de unos apenas 35-40 habitantes, distante unos 49 Km. de la capital, con 33,5 Km2 de extensión y a unos 760 m. de altitud. Tremedal, en la provincia de Ávila, con una población similar de apenas 30 habitantes, a una altitud de 1504 m., con un monumento a la trashumancia, una devoción por Ntr.ª Sr.ª de las Nieves y ubicada en plena sierra de Gredos, y como sucede en nuestro caso, en otra Sierra del Tremedal. Citaba José Pedro Calvo, mantenedor de la fiestas de Orihuela 2005, refiriéndose a ésta: “…es un lugar conocido, tanto por los geólogos españoles como por los geólogos extranjeros, sobre todo alemanes y holandeses, que durante años han venido por estos terrenos para estudiarlos y mejorar el conocimiento sobre la Tierra. El mismo término de Tremedal, que da nombre a la Patrona de Orihuela y es común en numerosas mujeres nacidas en este pueblo, tiene un claro significado geológico de turbera, ni más ni menos el inicio del carbón, en este caso en zonas altas y templadas. No olvidemos que hay otros pueblos en España, como El Tremedal…”. Pero no sólo en España, en Brasil tenemos a Tremedal, municipio del estado de Bahía cuya población es del orden de los 25.000 habitantes, con un área de unos de 1640 Km2 y que parece ser que fue fundada a principio de los años 50, distante de la capital unos 580 km. Podríamos incluir otras poblaciones, no por su nombre, pero sí por la influencia que en ellas tiene la palabra tremedal, más concretamente por el nombre de su Virgen que no es otra que la del Tremedal, referencia hecha en la introducción a la Historia Panegírica de la Aparición, y Milagros de María Santísima del Tremedal, efectuada por Juan Manuel Berges, y reeditada por CECAL. Alcocer, en la Hoya del Infantado, en la Alcarria de Guadalajara, a 798 m. de altitud. Pinilla del Olmo, en Soria, a 1130 m. de altitud, a medio camino entre Barahona y Villasayas, o la misma Tronchón en Teruel, poblaciones de pocos habitantes pero que mantienen la tradición mariana. Manises, con esa pequeña talla de apenas 70 cm., o Morón en Méjico, amén de San Ramón de Costa Rica, donde además de tener una iglesia llamada del Tremedal, la imagen de su Virgen fue donada por el pueblo de Orihuela, son igualmente poblaciones a resaltar. Decir que la palabra tremedal, una vez desarrollado todo lo anterior, es utilizada en la narrativa, ya sea en prosa o en verso: Argensola, Cela, García Márquez, y de manera sobresaliente por las comunidades sudamericanas. Por poner algún ejemplo, hablan de los tremedales en los que han caído partidos políticos, sin alma ni doctrina. Dioses antiguos. Invenciones humanas, que no eran sino tierra movediza, tremedales peligrosos. Triunfadores que luego se han hundido en el tremedal del olvido. Que al principio fueron puros y transparentes, para transformarse después en repugnantes pozas malolientes. Y para terminar, pensar en la cantidad de ramificaciones que puede tener la utilización, como ya dije al principio, de la palabra tremedal. La llevamos pegada a la espalda, es como un ángel de la guarda o como un demonio. Nosotros tenemos que aprender a utilizarla a darle el sentido adecuado, porque la vida nos enseña a través de los años vividos, de placeres y sufrimientos, de dulzuras y sinsabores. ¡Eso sí nos enseña!, ¿pero aprendemos? De ahí un sinfín de tremedales en los que nos vemos imbuidos, cada vez más. Hoy en día encontramos epítetos malsonantes u ofensivos, problemas de drogadicción, de aprovechamiento ilícito, de malversación, de enjuiciamiento, de podredumbre, de las más variopintas formas y condiciones. Terreno fangoso e impregnante, terreno que a falta de aguas transparentes, se está convirtiendo en el peor de los tremedales. Este no es el énfasis que yo quiero hacer para potenciar sus valores, aunque sí nos puede enseñar que un tremedal es capaz de fagocitarnos, de tragársenos, y si nos devuelve a la vida será en la peor de las situaciones. Pero en los tremedales no todo es fango, en los tremedales también hay vida, aprendamos del tremedal donde conviven plantas, insectos, hongos o animales como el ciervo o el jabalí. Convivamos reconociendo lo bueno que nos enseña, con quien tenemos relación, quienes tienen similitud con nuestros comportamientos, nuestras tradiciones, absorbamos lo nuevo en nuestra formación, pero depurémoslo.

Veamos el Tremedal en lo alto, como referencia, como enganche a todo lo bueno, a nuestras posibles soluciones, porque son muchas las que nos ofrece.

(*) ALBERTO VILLÉN PINILLA, “Tremedal o tremedales”, REHALDA # 5, CECAL 2007

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Autor: Manuel Matas

Miembro de la Junta Directiva de CECAL

2 pensamientos en “Tremedal o tremedales (Alberto Villén Pinilla)

  1. Pingback: Reconocimiento internacional a los Tremedales de Orihuela | CECAL

  2. Reblogueó esto en Orihuela del Tremedal.

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