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| Centro de Estudios de la Comunidad de Albarracín

El acueducto romano Albarracín-Gea-Cella

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A cualquiera que circule por la carretera que une Gea con Albarracín no dejará de sorprenderle la presencia de unas extrañas aberturas y túneles que horadan la roca paralelamente a la carretera (fig. II). Estas obras ya llamaron la atención de aquellos que recorrían ese camino hace más de dos siglos. Buena prueba de ello es la descrip­ción que nos han dejado acerca de esta pre­sencia:

«Entre Cella y Santa Croche, que distan uno de otro dos leguas, permanecen trozos bien conservados de un acueducto de riego, cuyas aguas se tomaban del Turia o Gua­dalaviar: obra antiquísima y grandiosa que describe con exactitud y detención nuestro académico señor Trágia en su Aparato a la historia eclesiástica de Aragón». (CEA BERMÚDEZ. 1832).

Obra ingente. con más de 24 kilómetros excavados en la roca o con obras de fábrica, se trata de uno de los mayores acueductos que nos dejó la presencia romana en His­pania.

RECORRIDO

La recepción de las aguas del acueducto se producía del río Guadalaviar, a la altura del Azud de Santa Croche (fig. 1) que ali­mentaba el molino del mismo nombre, a unos 4 kilómetros aguas abajo de la pobla­ción de Albarracín. De la presa romana aún se conservan en la margen derecha fragmentos de mortero y estructuras de sillares muy estropeados.

Aún hoy existe una presa en ese lugar. La actual estructura, muy semejante a la romana, está formada por estacas de made­ra de sabina verticales que fijan las vigas horizontales, entre las cuales hay un relleno de mampostería. Esta técnica constructiva, aunque no hace impermeable la obra, per­mite las deformaciones sin romperse en el caso de recibir fuertes avenidas.

El agua continuaba por la margen dere­cha del río, siguiendo el mismo recorrido por el que discurre la actual acequia de riego hasta más abajo del Molino de Santa Croche. Estaba construida en piedra y en su parte final atravesaba, por medio de una mina, una pequeña colina en la cual todavía es posible apreciar las bocas de entrada y salida de esta obra.

El cruce del río desde la margen derecha hasta la izquierda se hacía en este punto por medio de un canal de madera volado de 15 metros de luz. De él se conservan las ci­mentaciones de los machones que sostenían la estructura a ambos lados del río.

Tras el cruce del río, el acueducto sigue por la margen izquierda. excavado en la roca. A los pies del castillo de Santa Cro­che aparecen los primeros restos visibles en forma de mina en la roca. Desde la actual carretera se aprecia la Cueva de los Espe­jos (fig. II), primer tramo conservado del acueducto, y un poco más abajo, en la zona  del actual túnel (fig. IV). aparece el canal excavado en la roca a cielo abierto. Continúa por la zona de El Tocón y El Martinete para llegar al Barranco de la Puta, alternando tramos destruidos con otros enrunados. Más abajo, en el Barranco del Rebollar, se ven los muros de fábrica bien conservados.

De nuevo, vuelve a aparecer poco antes del Azud de Gea (figs. V y VI), excavado en mina en la roca a una gran altura respecto al nivel del río. De esta forma atraviesa el Barranco de los Pasos y a continuación el Barranco de los Burros. En la zona de los pajares y eras de Gea desaparece totalmen­te la construcción debido a la intervención humana para la extracción de piedra. Tras superar la localidad, en la zona de La Ca­ñada se pierde de nuevo su rastro hasta la zona Nordeste de este espacio. Allí se apre­cian unos muros de mampostería arrasados que conducen a un nuevo tramo excavado en la roca (figs. VII y VIII).

A lo largo de la ladera situada entre La Cañada y la Hoya del Moro, el acueducto se interna de nuevo en la roca a través de una obra de minado a gran profundidad. A partir de este momento. su único rastro se puede seguir desde la superficie a través de grandes putei o pozos de ventilación (fig. IX), alineados a una distancia de unos 45 metros. Las dimensiones de estos ventana­les son de 15 x 8 metros en la zona de la boca, llegando hasta los 50 metros de pro­fundidad en algunos casos. Su finalidad era facilitar la extracción de los escombros y permitir la limpieza y aireado de la mina.

En el llano de El Espligar, los agriculto­res han enterrado la mayor parte de estas estructuras que dificultaban el cultivo de las tierras y. a menudo, provocaban accidentes. Entre la Rambla del Rubiol y la Hoya de la Balsa del Tío Gómez vuelve a aparecer de nuevo, alternando tramos de fábrica con otros excavados en la roca. Pasada la Hoya, aparece en el Campo de Tiro y en las cante­ras de la Fuensanta entre los pajares y eras de la entrada del pueblo de Cella. En ese úl­timo espacio es posible apreciar pequeños subcanales que alimentarían y enriquece­rían el caudal del acueducto.

A la altura del solar de El Patín vuelve a aflorar un trozo de conducción al aire libre. El fragmento conservado excavado en un suelo de conglomerados es muy corto con tan sólo 1,50 metros de largo, 0,60 metros de ancho y 1 metro de profundidad. (ALMAGRO GORBEA, 2002).

TÉCNICA CONSTRUCTIVA.

El criterio seguido para la construcción el acueducto fue la excavación en roca y en galería de la mayor parte de los tramos del recorrido, de forma que se garantizaba su resistencia frente al paso del tiempo. Esta técnica constructiva también minimizaba los costes de mantenimiento.

El túnel excavado en la roca es de sec­ción cuadrada, con una altura media de 1.95 metros de alto por 1,25 de ancho, aunque en algún punto alcanza los 2,25 metros de altura. Al estar la mayor parte del recorri­do labrado en roca caliza tableada, ésta se rompe siguiendo las líneas de fractura y no permite cortes limpios, lo que provoca esas diferencias en cuanto a la altura del techo. De ahí que la terminación de la obra sea bastante rústica, lo que permite apreciar la técnica, así como los instrumentos emplea­dos para excavar esta magna obra. De las huellas dejadas en la piedra (fig. VI) se de­duce que para las tareas de excavación fue­ron empleados picos y punteros de sección triangular.

En todos los tramos en los que el acue­ducto discurre cerca de las laderas de los barrancos en obra de mina, encontramos ventanas de aireación. Éstas se alternan a poca distancia, unos 10 u 11 metros como término medio, y permiten seguir el recorri­do del canal desde el exterior.

A la hora de construir el trazado, prime­ro se abrían estos ventanales y después se unían los dos exremos del túnel que delimitaban. Este técnica también fue emplea­da en los putei de la parte final del recorrido ( fig. IX I. Primero se hacían estos pozos y después se trabajaba en las dos direcciones hasta unirse. de tal forma que los trabaja­dores podían realizar las labores de exca­vación desde diferentes puntos al mismo tiempo. Por otro lado, la construcción de es­tos ventanales, tan cercanos unos de otros, facilitaba la evacuación de los escombros que se extraían de la obra.

El recorrido sigue en todo momento las curvas de nivel, adaptándose a los barrancos buscando, ante todo, la mayor superficiali­dad posible que facilitara la extracción de es­combros. Si tenemos en cuenta que en línea recta la unión de los dos extremos del acue­ducto da una distancia de 15 kilómetros, la sinuosidad de su traza obligó a que se cons­truyeran 9 kilómetros más para evitar las obras de fábrica y las estructuras volantes.

Los cruces aéreos, cuando fue obligatoria su construcción, se hicieron con canales de madera, semejantes al que permitía el cruce del río en el primer tramo del acueducto. La posibilidad del empleo de madera de sabi­na, muy abundante en la zona y extrema­damente resistente frente al agua, favorecía este sistema constructivo. A esto se unía el conocimiento que tenían de productos para calafatear los canales y así impermeabili­zarlos, al estilo de la técnica empleada para las embarcaciones.

En cuanto a las obras de fábrica, cuando aparecen, están construidas en mampostería con piedras de gran tamaño unidas por un mortero de cal, formando una doble pared de opus incertum muy regular. Estos tramos del recorrido tenían revocadas las paredes y el fondo del canal, probablemente para evi­tar pérdidas por filtraciones.

Haciendo estimaciones acerca del traba­jo necesario para llevar a cabo esta obra, si se tiene en cuenta que más de 8 kilómetros se excavaron en galería, el material de roca extraído sería de 20.000 m3. A esta canti­dad hay que sumar los escombros extraídos de los pozos de ventilación del tramo final con 30 metros de profundidad por término medio y 8 m2 de sección, lo que da 25.000 m3 más y también otros 5.000 m3 de la parte excavada a cielo abierto. Esto supo­nía un total de 50.000 m3 de excavación en roca a los que habría que añadir otros 7.500 m3 de mampostería, correspondientes a la obra de fábrica. La mano de obra necesaria para realizar este trabajo supuso haciendo estimaciones más de 200.000 jornadas de trabajo, o lo que equivaldría a 600 obreros trabajando a lo largo de más de un año (ALMAGRO, 2002).

Pero, el elemento más destacable, además de los elevados costes que supuso en cuanto a esfuerzo humano, es la escasa pendiente que presenta el recorrido, buscando como finalidad última llegar a la ciudad de Cella con la máxima altura posible. Durante los primeros kilómetros de recorrido en los que camina de forma paralela al río Guadala­viar, también presenta la misma pendiente que el río, un 0,34 %. 1 kilómetro después de separarse del río y durante una distancia de 5 kilómetros sigue con una inclinación del 0,074 %, algo increíble para una obra de esta magnitud. A lo largo de los 9 kiló­metros siguientes hasta la entrada del túnel que facilita el paso del Guadalaviar al Jilo­ca, toma una pendiente del 0,1 %.

A la llegada al túnel de la salida de Gea (fig. IV), para evitar que los residuos se de­cantaran, la pendiente aumenta alcanzando el 0,273 %. Esta inclinación se mantendrá hasta el tramo final, justo hasta las eras de Cella. Es en este punto donde en medio ki­lómetro el recorrido sufre una caída de más de 40 metros para igualar el nivel al que se encuentra el río Jiloca.

El acueducto es una obra muy precisa en lo que al cálculo topográfico se refiere. Esto se acentúa si tenemos en cuenta que, debi­do a sus características técnicas, las obras se llevarían a cabo en todo el acueducto al mismo tiempo. de cara a rentabilizar al máximo el trabajo, pues no podían trabajar dos personas en el mismo punto a causa de la estrechez de las obras.

Y todo ello disponiendo de instrumentos técnicos tan sencillos como eran la libella, constituida por dos piezas de madera en forma de «A» o el chorobates, nivel de agua de 6 metros de largo que proporcionaba nivelaciones muy sencillas, pero, como se puede comprobar en este acueducto, tam­bién muy precisas.

Para calcular el caudal del canal pueden resultar orientativas las medidas del tramo excavado en la roca al aire libre, que tiene unas dimensiones de 60 centímetros de an­cho y una profundidad de 1 metro. Resulta curioso que tenga más altura que anchura, ya que al estar mojado el lado más pequeño las pérdidas por filtraciones eran menores.

A pesar de conocer las dimensiones del canal, resulta complicado saber cual es el calado que podría recibir el acueducto. Si tenemos en cuenta que el agua no podía su­perar 1 metro de altura y que no podría fun­cionar adecuadamente con un valor inferior a 0,3 metros esto daría un caudal óptimo mínimo de 350 l/seg o lo que es lo mismo 0,35 m3/seg. A pesar de estos valores míni­mos, en momentos de crecida estos porcen­tajes se podrían elevar hasta 1,29 m3/seg.

FINALIDAD DE LA OBRA.

Después de examinar la gran cantidad de trabajo que supuso esta obra, tanto en lo que a tiempo como a dinero se refiere, es nece­sario preguntarse cuál era la finalidad per­seguida con la construcción de este acue­ducto. Las hipótesis planteadas se pueden orientar hacia tres líneas de investigación: consumo humano, regadío o uso industrial.

La primera de ellas tropieza con varios problemas ya que no hay localizado en los alrededores de Cella ningún núcleo urbano de suficiente entidad como para haber ne­cesitado un abastecimiento de agua de estas características. Además, los acueductos que estaban preparados para el consumo humano estaban revestidos con acabados en opus signinum, algo que no presenta nuestra obra.

También resulta complicado que una in­fraestructura tan monumental tuviera una función de regadío. Hay que tener en cuen­ta que el actual terreno agrícola de Cela se convirtió en zona de cultivo tras la de­secación medieval de las zonas pantanosas que lo rodeaban. Y esta función de regadío podría haber sido realizada con mucho menos esfuerzo por medio de las aguas del río Jiloca sin la necesidad de realizar este trasvase entre dos cuencas hidrográficas tan alejadas.

En contra de este planteamiento también se encuentra el hecho de que a lo largo del trayecto se tuviera muy en cuenta la pen­diente (en la mayor parte del recorrido por debajo del 0,1 %). Estos sólo podía signifi­car que se quería llegar hasta Cella con la menor perdida de altura posible, intentando crear un salto artificial muy acentuado, algo que no tiene sentido si se buscaba simple­mente el regadío.

Acueductos de este tipo también están documentados en el mundo romano para el aprovechamiento de explotaciones mine­ras. Pero, tampoco se encuentran minas de suficiente entidad en los alrededores, salvo las de hierro de Ojos Negros, aunque que­dan muy lejos para que resultara rentable su explotación.

Sin embargo, buscando paralelismos con obras semejantes en otras partes del Imperio Romano encontramos estructuras industria­les que podían utilizar acueductos con saltos tan pronunciados como el que tiene el acue­ducto de Cella en su tramo final. En Barbe­gal (Francia) se han hallado los restos de un sistema de molinos que aprovechaba un des­nivel artificial para su funcionamiento.

Si consideramos que el salto de la parte final de nuestro acueducto estaba diseñado para el montaje de molinos y cada una de es­tas estructuras podría ocupar 3 metros de al­tura, en Cella podrían ponerse 14 molinos en escalera. El rendimiento, en cuanto a poten­cia, de cada uno de los molinos, suponiendo un caudal de 0,3 m3 proporcionaría 10 giros por minuto, lo que haría que se generara al 65 % de sus posibilidades 2 Kw. Con esta potencia la piedra del molino se movería a 30 revoluciones por minuto, lo que permiti­ría moler 24 kilos de trigo por hora.

Por medio de estos cálculos se pueden hacer estimaciones acerca de la cantidad de harina producida en un año, algo que nos puede orientar para conocer el poblamien­to romano en este territorio. No sabemos el tiempo diario dedicado a moler al cabo del día pero debía ser de unas 12 horas, lo que multiplicado por el número de molinos y la harina producida por hora da 3.864 kilos al día. Si tenemos en cuenta que el molino no estaría operativo más que la mitad del año a causa de averías. tareas de mantenimiento u otros problemas las cifras se reducirían has­ta 1.932 kilos. Partiendo de la premisa de que la ración diaria de pan de una persona es de 350 gramos de harina, gracias a estos molinos podría abastecerse una población de unas 5.500 personas.

Pero, en este punto de la investigación surge el problema de saber cuál era el es­tablecimiento humano al que abastecía. Hasta la fecha no se ha encontrado ninguna ciudad con la suficiente entidad como para disponer de esa población \ no tenía sen­tido producir harina en medio de la nada. Sin embargo, resulta curioso que esas cifras se aproximen mucho al número de soldados de una legión. Pero, para finales del siglo I o comienzos del siglo II d. C., no hay docu­mentada la presencia de legiones por tierras turolenses, aunque quizás haya que empe­zar a cuestionar este hecho.

Los restos muebles hallados hasta la fe­cha para poder datar esta estructura son muy limitados, pero sí significativos. En la zona del Azud de Gea, según testimonio de los vecinos de este pueblo, había una losa de arenisca roja fijada en la pared. En esa losa aparecían caracteres labrados, a tenor de lo que dicen los que la vieron con «mu­chas X y muchas I». Otros mencionan tam­bién la presencia de un águila que acompa­ñaba la inscripción. Esta piedra, hoy en día desaparecida, hubiera resultado clave para la datación del acueducto (CASTELLANO ZAPATER, 1981).

Sin embargo, los hallazgos muebles más interesantes para datar el conjunto son los materiales cerámicos producidos en la zona Norte de la Cañada de la Hoya del Moro. Allí, entre las tierras de encuna del acue­ducto. aparecieron fragmentos de cerámica sigillata hispánica, además de algún resto de lucerna y de cerámica común romana. Estos restos proporcionan una cronología muy bien definida, situando la obra en la época altoimperial, entre finales del siglo I o comienzos del II d. C.

Las peculiares características de este acueducto hacen que se encuentre, por mé­ritos propios, entre las más grandes obras de ingeniería dejadas por los romanos en Hispania. Ahora nos toca a nosotros rescatar del olvido esta magnífica obra para que ocupe el lugar que merece en la Historia.

GALERÍA DE IMÁGENES DEL ARTÍCULO

BIBLIOGRAFÍA.

  • ADAM, J. P., La construcción romana: materiales y técnicas, traducción de Cristina Coli­llas Carbajo, Editorial de los Oficios, León, 2002.
  • ALMAGRO GORBEA, A., «El acueducto de Albarracín a Cella (Teruel)», Artitex. Ingenie­ría romana en España, Museo Arqueológico Nacional, Madrid, 2002, pp. 213 – 238. [Texto completo]
  • CASTELLANO ZAPATER, E., «Un acueducto romano en la provincia de Teruel (Albarra­cín – Gea – Cella)», Teruel, n° 66. Teruel, 1981.[Texto completo]
  • CEA BERMÚDEZ, J. A., Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España, Madrid, 1832.
  • FERNÁNDEZ CASADO, C., Acueductos romanos en España, Instituto Eduardo Torroja, Madrid, 1972.
  • FERNÁNDEZ CASADO, C., Ingeniería hidráulica romana, Colegio de Ingenieros de Ca­minos, Canales y Puertos, Madrid, 1985.
  • FERNÁNDEZ GÓMEZ, M., Ingeniería en la época clásica, Universidad Politécnica de Valencia, Valencia, 1998.
  • MORENO MURCIANO, A., Alharrachz, ciudad histórica y monumental, Barcelona. 1976.
  • SEBASTIÁN, S., «Catálogo monumental del partido de Albarracín», Teruel, n° 44, Teruel.
  • TOMÁS LAGUÍA, C., «Fuentes para la historia de Cella», Teruel, IP 38, Teruel, 1967.
  • TOMÁS LAGUÍA, C., «La piedra horadada», Teruel, n° 12, Teruel, 1954.

FUENTE

SAEZ ABAD, RUBEN | «El acueducto romano Albarracín-Gea-Cella» | Rehalda # 1, CECAL 2005

GALERÍA DE IMÁGENES DEL CENTRO EXPOSITIVO DEL ACUEDUCTO (GEA DE ALBARRACÍN)

AUDIOVISUAL DE ARAGON TV

FOLLETO TURÍSTICO

Mapa-acueducto

Mapa del recorrido con los tramos visitables

Descargar folleto del Acueducto Romano (pdf.)

Autor: Manuel Matas

Miembro de la Junta Directiva de CECAL

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