Una nueva entrega del conmemorativo de Juan Manuel Berges que venimos en estos últimos tiempos antesala del primer aniversario de su partida. En esta ocasión, nuestro prolífico autor nos descubre múltiples facetas de uno de los municipios más recónditos de nuestra sierra: “Valdecuenca, entre sabinares y trincheras”. En el título ya nos anuncia los dos enfoques principales de su lienzo: grandes pinceladas de Historia y Naturaleza (quizás sus temas favoritos) adornadas con otras de Patrimonio Material e Inmaterial que completan el relato. En resumen, otro reportaje magistral de un pequeño municipio serrano a los que ya nos tiene acostumbrados, pero no por ello menos sorprendente.
VALDECUENCA: ENTRE SABINARES Y TRINCHERAS
Juan Manuel Berges Sánchez
En nuestro intento por divulgar aquellas localidades de nuestro territorio, quizás menos conocidas para la mayoría del público pero no por ello carentes de suficientes atractivos, me he impregnado de los múltiples valores que atesora Valdecuenca de la mano del primer edil Arturo Marco, conocedor en profundidad hasta del rincón más ignoto de esta localidad, junto con la grata compañía de José Luis Vidal y Andrés Edo.
Esta bella localidad de la Sierra de Albarracín nos confunde con el origen o significado de su nombre. Derivado tal vez de las formas del relieve que lo rodea, un valle en medio de alturas, o como testigo que indica el camino que de antiguo se dirigía a las vecinas tierras castellanas…
Menos oscuridad nos ofrece la posición estratégica que mantiene en el suroeste de nuestro territorio, como eje vertebrador de dos vías de comunicación que conectan hacia los fértiles valles que riegan los ríos Cabriel y el Tajo, que por otro lado facilitan la conexión con las tierras manchegas y con las altas tierras de la sierra conquense.
Su situación como confluencia de culturas le ha proporcionado su peculiar carácter abierto y conciliador que despacha con sutileza a quien lo visita. Así, no es difícil entender porqué en 1740 la Mesta de ganaderos de Albarracín acordase que el Ligajo de la Sesma de Jabaloyas se convocase en Valdecuenca para dirimir sus diferencias.
Valdecuenca presume, por otra parte, de ser pregonado por su cronista más preclaro, Tomás García Soler, quien ha ido escudriñando legajos y papeles viejos del archivo municipal, para descubrir el ser y la historia de esta localidad. Su Valdecuenca, memoria y relatos nos describe un recorrido exhaustivo a través del patrimonio civil y religioso de la localidad, rescata costumbres ancestrales, tradiciones perdidas, juegos de antaño, el emotivo poso de las canciones de la niñez, pero también ha almacenado el testimonio de muchos vecinos, sus protagonistas. Sus recuerdos y sus vivencias más duras, el trágico episodio de la guerra civil, el dolor de la emigración que repara bajo el seudónimo de las golondrinas…
No queda por urdir ningún retal en el inmenso lienzo costumbrista de su relato. Ningún tema escapa a su minuciosa observación hasta el punto de que nos llega a brindar un preciso y preciosista vocabulario pastoril, ya en desuso, pronto ignorado.
En este sentido, nuestro reportaje pretende ser una pequeña adenda del inmenso esfuerzo compilador ya realizado por Tomás, a quien a través de estas líneas le traslado mi más cordial agradecimiento, no sólo porque ha puesto a mi disposición de forma altruista todos sus trabajos, toda la investigación de su vida, sino por su obstinada aportación a la recuperación de la historia de nuestros pueblos, de su Valdecuenca en particular.
ALGO DE HISTORIA
Mirando muy atrás al pasado, sus primeros pobladores se asentaron en el poblado celtíbero del cerro del Molino, un asentamiento de forma triangular situado en el espolón de un roquedo sobre la confluencia de los barrancos de Las Charquillas y de Las Hoces, protegido por su flanco más débil por un profundo foso.
Algunos afirman que el primitivo asentamiento de la actual población estaba localizado en El Casar o Las Rozas, en el camino a Saldón. Ya situados en la historia escrita, uno de los documentos más antiguos que citan a esta aldea se remonta a 1247 donde Elvira, viuda de Pedro Iñíguez, vecina de Albarracín, expide carta a favor de sus hijos sobre los hornos que poseía en la heredad de Valdecuenca.
Hay que indicar que a mediados del siglo XIII Valdecuenca no posee competencia jurídica alguna sobre su término. Hasta 1495 sus vecinos abonaban a la Comunidad de aldeas una cantidad fija por el aprovechamiento de su término. A partir de entonces contribuyó como cualquier aldea del condominio en función del patrimonio económico de su población residente.
En sus alrededores pronto se desarrolló el hábitat disperso, heredades, masías, donde se explotan cultivos de secano, pasto, caza y los recursos del bosque. Este cinturón circular formado por las masías de El Zarzoso, vinculado a la notable familia de los Sánchez Muñoz, Ligros, Dornaque, Mierla y Villalba, asfixiaron la consolidación de una población estable.
Sus renteros, medieros y aparceros se agruparán en un núcleo rural aprovechando épocas expansivas de la economía. Respaldados por un mayor potencial demográfico, será entonces cuando reivindicarán jurisdicción propia sobre sus roturos y demandarán dehesas reservadas para sus ganados y pares de labor. Un proceso similar al que se observa en otras poblaciones serranas como El Vallecillo, Toril y Masegoso, Bezas, Royuela, Griegos y Guadalaviar, por poner un ejemplo.
Otras propiedades ocupaban las cañadas más fértiles de sus aledaños. Marcos Tovía, escudero, uno de los mayores hacendados de la época, poseía en 1326 una heredad en Valdecuenca, además de la Puerta de Arroyofrío y tierras en Masegoso. En este momento apenas vivían un puñado de labriegos pues el Libro de Pasos, así llamado el proceso que recoge los informes del juez real que en dicha fecha visita los espacios vedados ampliados ilegalmente, confirma la dehesa de la heredad de Valdecuenca de Marcos Tovía para que la dita Val no se despoblase e que los juvos de los que allí labran oviessen do haber passada. Los Bustales serán los primeros espacios reservados a los pares de bueyes arantes. Una forma útil de atraer labriegos libres y modestos pastores.
Atractivos debía tener la población porque incluso el monasterio de Piedra amplió su área de influencia en esta zona. Fray Adam de Nuévalos, procurador de dicho cenobio, arrienda el 4 de julio de 1464 la mitad de la heredad de Valdecuenca a Blasco Pérez de Tarazona y a María Pérez, su esposa, por precio de 300 sueldos, con entrega de dos bueyes. En esta época los monjes del Císter tenían propiedades en El Despeñadero (el salto del molino San Pedro), El Collado La Grulla, La Fuente el Buey, Congostina (Torres), sin duda situadas en áreas de excelentes pastizales.
Aunque en el fogaje de 1495 apenas aparecen censadas cinco familias, unas décadas después cobra impulso el proceso repoblador en Valdecuenca pues en 1517 solicitan a la Comunidad de aldeas una dehesa para sus ganados mayores en el decaradero alto del barranco del molino harinero.
Los vecinos de Valdecuenca han sido muy emprendedores dadas las limitaciones que ofrece la orografía. Unos condicionantes que sin duda han agudizado su ingenio. En esta época algunos amplían su hacienda fuera de sus fronteras, como Pascual Murciano que compró en 1456 a Juan Gómez de Jabaloyas una heredad por valor de 500 sueldos. Los Monzón y Espejo extienden su dominio en Dornaque. Mientras otros se alejan hasta el Pozo el Tiñoso (actualmente Las Casillas de Bezas) para cultivar las tierras junto con vecinos de Jabaloyas, según hay constancia desde 1598.
La tradición del pastoreo en Valdecuenca es antigua. Aunque el aprovechamiento de los pastos de su término apenas contribuía con el 2,08% a la Comunidad de aldeas, sin embargo la calidad de sus pastizales, que ya alabó el insigne geógrafo Ignacio de Asso a fines del siglo XVIII, favoreció el ejercicio de la actividad ganadera:
… Hay grande diferencia entre los ganados de Albarracín, que invernan en Andalucía y los que van a Valencia y Murcia, porque la lana de los primeros es sin comparación más fina que la de éstos, como se observa en algunos de Valdecuenca y Calomarde…
Así nos lo demuestran unos datos que se corresponden con dos fases expansivas de la actividad pecuaria. Por un lado el contrato de compra de aproximadamente un millar de carneros suscrito siglos atrás, el 19 de agosto de 1419, entre Domingo Romeo de Murviedro (Sagunto) y los ganaderos Pascual Domingo de Valdecuenca y Martín Bonacha de Terriente por valor de 365 florines. O bien las 5.200 cabezas de ganado ovino trashumante y 400 estantes que estaban censadas en la localidad en 1795 según Isidoro de Antillón.
El hecho de tener un término con una extensión reducida propició que muchos corrales se uniesen a través de un muro medianil común en zonas próximas a los cultivos para optimizar el pastoreo. De esta manera se prodigan conjuntos (llamados rehatas) de más de siete parideras adosadas con su corral anexo: Las Hoyas, corral del Alto, corral Nuevo, Pozuelo, del Hornero, del Patrón. Se trata de un claro ejemplo de minifundismo pastoril pues cada una de estas parideras apenas daba cobijo a un rebaño de cien cabezas.
Los conjuntos más numerosos se sitúan en La Cambrilla (uno de ellos con 12 unidades). Este diminutivo tal vez deriva de cambra, cámara o habitación, en este caso destinada al ganado y probablemente su nombre hace referencia a este tipo de agrupación de corrales. Destacan los localizados a su vez en la Muela, Las Hoyas, El Cabildo, El Cubillo, La Celadilla y los corrales de mosén Pedro.
La techumbre de estas parideras se cubre con tedillo utilizando el palo central de las ramas de sabina. Ejemplos interesantes podemos apreciarlos en los corrales de mosen Pedro, La Muela, La Cambrilla, corral Nuevo y Pozuelo.
PERSONAJES ILUSTRES
Personajes ilustres tienen su cuna en Valdecuenca. Los linajes de los Vellido, ganaderos y comerciantes de madera vinculados al valle San Pedro, los apellidados Domingo y los Murciano son los más antiguos. Según nos ilustra Domingo Gascón y Gimbao en su Miscelánea Turolense, unos estaban vinculados a la carrera eclesiástica como el padre Urbano Campos, escritor y Provincial de los Jesuitas o D. Mariano Romero Alpuente, chantre de Teruel. Otros en la vida civil como Pedro Romero Pérez, médico de cámara, que destacó en el siglo XVIII. Pero sin duda entre todos destacan tres personalidades:
Juan Romero Alpuente
A este personaje le dedicó unas páginas Tomás Collado(1), mientras Francisco Lázaro Polo en un artículo titulado «Romero Alpuente: el Marat español de Valdecuenca» (Diario de Teruel, sección Tribuna Abierta, 18 de abril de 2010) destaca su figura como miembro de la sociedad Los Amigos del Orden que frecuentaban el café la Fontana de Oro. Recientemente nuestro compañero José Luis Castán le ha dedicado un breve artículo: «Juan Romero Alpuente: un revolucionario del siglo XIX»(2), a cuyos textos nos remitimos.
Juan Romero (1762-1835) ocupó cargos relevantes: fiscal de la Audiencia de Valencia, Oidor de la Chancillería de Granada, miembro de la Junta de Teruel tras el alzamiento contra los franceses, diputado a Cortes… Fue uno de los primeros demócratas románticos, «partidario de lo que él llamaba “la revolución perpetua”, la defensa de los Derechos locales contra el Estado y el rey, y la exaltación de la libertad individual como el don más precioso de la existencia».
Rebelde con causa y prototipo del romanticismo, ha sido definido por Elena Páez Ríos como el diputado más jacobino que fue capaz de producir nuestra revolución liberal temprana(3). Fue fundador de una sociedad antimasónica, la denominada Confederación de caballeros comuneros. Entre otras obras escribió Historia de la revolución de España que fue publicada en Madrid en 1989 por el Instituto de Estudios Políticos. Fue, pues, una de las personalidades relevantes del siglo XIX de nuestra Sierra junto con Tomás Collado Fernández, Manuel Polo y Peyrolón y Bernardo Zapater y Marconell, entre otros.
Es evidente que Valdecuenca ha tenido una estrecha vinculación con las instituciones eclesiásticas. El monasterio de Piedra en el pasado, pero también la toponimia lo delata: El Cabildo, la cueva el Racionero, los corrales de mosen Pedro…, si bien no es menos cierto que algunos de sus hombres más preclaros han evidenciado unas profundas raíces religiosas.
Dolores Romero y Arano
Afortunadamente, disponemos de dos excelentes descripciones del mecenazgo de esta persona ilustre de Valdecuenca realizadas por Tomás García Soler, en su trabajo ya citado (páginas 20-28) y por el reportaje aparecido recientemente en Diario de Teruel el pasado 11 de mayo que rubrica Serafín Aldecoa en la sección Gente de esta Tierra.
Hija de Nicolás Romero García de Valdecuenca, doña Dolores Romero Arano nació en Terriente en el año 1853. Estuvo casada con D. Francisco Curiel Blasi, quien amasó una gran fortuna derivada de sus negocios en los Altos Hornos vascos. Enviudó a los 57 años sin haber tenido descendencia. Residía en Madrid con una sobrina suya. Tras este episodio luctuoso decidió fundar una institución benéfica en base a sus profundas creencias cristianas con el importante patrimonio económico que poseía, con el fin de financiar los estudios de cien niños nacidos en las localidades con las que tuvo una especial vinculación: Valdecuenca y Terriente.
Se crea así la fundación de San Nicolás de Bari (en principio Asilo, después Colegio en la década de los 60 del pasado siglo) con el apoyo del obispo de Teruel Juan Antón de la Fuente, mediante la compra el 18 de octubre de 1907 de una hacienda de cinco yugadas y media a don Vicente Herrero Jarque y Emerenciana Marqués Unsain valorada en 1.690 pesetas, mientras el coste de las instalaciones del colegio ascendió a 120.000 pesetas.
El 6 de diciembre de 1909 se inauguró el colegio bajo la dirección del hermano Efrén junto con 11 hermanos lasalianos. Tras una breve gestión muy cuestionada, a instancias de la fundadora estos instructores fueron sustituidos por José de Sedaví que se convirtió en el primer director amigoniano (terciario capuchino) del Asilo de San Nicolás de Bari. Cabe destacar posteriormente el período 1929-1935 bajo la dirección del padre Jaime de Burgos. En este momento el colegio acogía a 125 alumnos internos y otros 150 externos.
Tomás García Soler aporta datos del régimen interno del colegio:
…Una vez levantados, a las 5,30 horas de la mañana, acudían a la santa misa en la capilla. Posteriormente tocaba el desayuno y el aseo. Otra clase cerraba el día, con el rezo del santo rosario y la cena a las 8 horas. Había algunos ratos para el estudio, siempre en silencio, incluso los días festivos en algunas épocas antes de acostarse, pues entonces privaba mucho lo de “lección dormida, lección sabida…
Tras la muerte de la fundadora en 1936 se creó un patronato. En este período de la contienda civil el Asilo se convirtió en improvisado hospital. Tras varios años de vicisitudes llega el apogeo en las décadas de los 50/60 cuando se supera la cifra de 200 alumnos. En los años precedentes a 1970 se desarrolla una dilatada crisis que desemboca en la fusión del colegio San Nicolás con el Seminario Las Viñas en 1978.
Con todo merecimiento Dolores Romero no sólo fue nombrada hija adoptiva de Teruel, sino que su nombre apellida una calle y un barrio en recuerdo de su labor altruista con los más desfavorecidos.
El beato Florentín Pérez Romero
Nacido en Valdecuenca el 14 de marzo de 1902, ya huérfano ingresa en el Asilo de San Nicolás de Bari. En 1928 es ordenado sacerdote en Segorbe. Comienza su sacerdocio en la escuela de reforma Nuestra Señora del Camino de Pamplona.
Durante el período 1930-1935 ejerce su ministerio en Nuestra Señora de Monte Sión como profesor de música y educador de niños. Florentín tenía una prodigiosa voz y era el encargado de organizar los cantos litúrgicos.
La guerra le sorprende en la casa noviciado de San José de Godella (Valencia). Aunque pudo refugiarse por algún tiempo, murió en la localidad de Benisanó ante el pelotón de fusilamiento de los milicianos el 23 de agosto de 1936 junto con otro gran religioso de nuestra sierra, el padre Urbano Gil, de Bronchales. Ambos fueron beatificados por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001. Un azulejo incrustado en la fachada de su casa natal es fiel testimonio de su recuerdo.
EL DURO EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL
Los primeros ecos de la guerra civil sorprenden a los pacíficos vecinos de Valdecuenca el 24 de agosto de 1936 cuando abandonan sus casas ante el avance de una compañía republicana del brigada del Rosal que se instala en el municipio hasta que fueron rechazados el 31 de junio de 1937 por el comandante Fortes del ejército sublevado.
Se refuerzan las posiciones con artillería pesada y ametralladoras en el Puntal Redondo y en el Puntal de Carrasco, mientras los republicanos establecen un cinturón de seguridad jalonado por trincheras en Muela Mediana, La Celadilla, el barranco del Valle, La Umbría, Puntal de las Cabras y Peña la Cruz, cuyos vestigios todavía se aprecian en particular en las cimas que bordean el barranco Melero. Entre tanto el alférez Mielgo se encargaba de entretener a los niños con juegos de guerra según relata Tomás García:
… Los niños se fabricaban sus artesanas armas de fuego. Los palos se convertían en pistolas y escopetas, los botes de leche condensada en granadas de mano, rellenadas de cenizas de los escombros del viejo horno. Los inocentes juegos de guerra se convertían en un entusiasmo colectivo por vencer al enemigo, que terminaba por ser abatido o prisionero en algún corral…
Pero estos juegos de la guerra y una aparente tranquilidad amenizada en ocasiones por los músicos de Saldón en el baile de la casa del tío Blas, convivían con otras duras realidades como le sucedió a la tía Maximina Alpuente Abril que fue abatida por una bala perdida en el portal de su casa o Pascual Tortajada Romero que falleció a consecuencia de la metralla de una bomba de mortero. Durante los años de la contienda los vecinos de Valdecuenca tuvieron que convivir con el ruido amenazante de ametralladoras e inesperados bombardeos por tierra y aire.
El capitán Ricardo San Martín
Valdecuenca siempre ha sido un pueblo agradecido. Y esa sensación se respira por cualquier rincón. Una calle dedicada a San Martín cobija bajo su placa un episodio singular. Este militar del bando sublevado dejó una profunda huella durante su estancia durante la guerra civil desde su llegada el 31 de junio de 1937 con el Batallón núm. 51.
… La tropa compartía el rancho con la humilde población civil de Valdecuenca, medicinas, asistencia sanitaria y religiosa. Hizo con esa actitud ganarse la simpatía y el cariño de la población. Asimismo forma grandes amistades personales…. La fotografía fue su gran pasión… y logró retratar con su cámara escenas de la población civil…
Permaneció diez años durante la guerra de Marruecos. Héroe de guerra, participó en el desastre de Annual de 1921 y en el desembarco de Las Alhucemas, donde fue herido de gravedad. Tras el episodio de la guerra siguió visitando con frecuencia Valdecuenca, para charlar con sus amigos, para seguir alimentando las estrechas relaciones personales que tuvo. Como muestra de su afecto regaló una talla de San Nicolás de Bari. Como si esta tierra no quisiera desprenderse de su presencia, en una de sus frecuentes visitas el destino hizo que le sorprendiera la muerte en esta misma población el 19 de agosto de 1980.
El Maquis
Algunos vecinos de Valdecuenca, como pueblo de elevadas convicciones, se alistaron en el Maquis por sus ideas republicanas, en particular la familia López Rodríguez. Entre ellos, el tío Feliciano apodado “Isidro”. Algunos fueron miembros del campamento del Rodeno como el tío Ramón “el abogado” y su hermano Manuel.
Quizás la trayectoria de Angelina “la Modista”, otra hermana de la familia, desprende un poso especial al tratarse de una joven soltera que prestaba su apoyo a la guerrilla. Nunca se ha abordado convenientemente el importante papel que desempeñó la mujer en ambos bandos. Fueron heroínas silenciadas y anónimas. Sin duda, la trayectoria de Angelina López Rodríguez lo ejemplifica. A punto de ser detenida en Teruel con el encargo de comprar una cantidad apreciable de papel para el periódico El Guerrillero, huyó a Francia donde prestó apoyo a sus correligionarios.
Heróica fue, por otra parte, la gesta de Victoriano Pradas Martínez, alias “Negrín”, enlace y colaborador de la guerrilla, por su valiente intervención durante el asalto al campamento del Rodeno de 1947 por la Guardia Civil donde participaron más de 3.000 efectivos. A pesar de poner en riesgo su vida pudo dar aviso con antelación a sus correligionarios del campamento por lo que la mayoría pudieron huir a tiempo. Aunque fue herido, pudo escapar del cerco, pero tras deambular por Dornaque y Jabaloyas fue capturado en Vallanca cuando se disponía a ser curado de sus heridas.
Otros muchos sufrieron vejación por sus ideales, como Matías Rodríguez Yagües y el tío Pedro Yagües, el de la taberna. Tomás García en su libro da cumplida cuenta de todos ellos.
PATRIMONIO
Arquitectura civil
Aunque apenas tres calles principales longitudinales atraviesan el casco urbano de Valdecuenca, es aconsejable dar un paseo tranquilo por el caserío porque todavía conserva detalles muy interesantes de la arquitectura popular de la Sierra. Dice al respecto Félix Benito Martín:
…La imagen de Valdecuenca ha llegado a nosotros relativamente bien conservada, con casas de un piso y ático, o dos pisos, y fachadas de mampostería enjalbegada con aleros de madera… aún mantiene ciertos rincones dignos de estima, como el entorno de la iglesia (Casa del tío Murciano, de Los Curruqueros, de los Jarque o Los Martos y Los Juanazos) o su propia imagen exterior, donde las agrupaciones de los edificios forman una agradable estampa a la que contribuye la bella coloración de los tejados…
Destaca el caserón de Los Ferranes o los Gómez adornada su fachada por un reloj de sol y por bellas muestras de rejería, una de ellas con doble coronación de cruz. Otras viviendas presentan portada de grandes dovelas de rodeno con arco de medio punto, rematada su cornisa de forma sencilla y funcional. En una de las portadas, tal vez el edificio más antiguo, la casa de la tía Segunda, en su dovela superior horizontal, aparece grabada la fecha: AÑO 1660. La más antigua es la Casa de Los Monicos datada en 1610. Destaca por su arco de piedra de rodeno. Otras viviendas reseñables son la Casa el Federal, la Casa de la tía Luisa, la Casa del Cura, de Los Chaparros y Los Catorros.
En otros casos se aprecian arcos ciegos realizados con ladrillo, vanos ovalados en las ventanas, restos del encalado de azulete en ventanas y balcones e interesantes modelos de puertas que todavía rezuman sabor antiguo.
Arquitectura religiosa
Destaca la iglesia parroquial del siglo XVI bajo la advocación de San Nicolás. Algunos de sus hijos patrocinaron algunas capellanías: Juan de Campos (1672, capilla del Rosario), Domingo Pérez y Catalina Gómez Cordobés (virgen de Los Ángeles, 1551), Jaime Murciano (1600, Santiago y Santa Quiteria).
La nave está cubierta con bóveda gótica de crucería de nervios combados. Coro a los pies con antepecho de reja. Portada clásica con arco de medio punto. Todavía se conserva el muro adosado que fue el primitivo cementerio. El oratorio con crucifijo de hierro presenta la inscripción de 1736 grabada con el nombre de sus mecenas: Don Pedro Romero y Doña Franca González. La torre presenta dos cuerpos con reloj circular.
La ermita de la Purísima Concepción es de planta gótico-renacentista, de nave única y cabecera poligonal, cubierta con bóveda de crucería gótica. Coro alto a los pies. De una sola nave rectangular y fachada de sillar. La fachada presenta arco de medio punto y ventanales cegados. En los laterales se aprecian los contrafuertes.
La de San Roque es de una sola nave con cabecera poligonal de estilo gótico-renacentista de comienzos del siglo XVII, cubierta con bóvedas estrelladas.
FIESTAS
Antiguamente se celebraban el día 16 de septiembre. En la actualidad el segundo fin de semana de agosto. El primer día de fiestas se lleva en procesión la imagen de San Nicolás y el Niño desde la iglesia hasta la ermita de la Purísima. El Niño se deposita en la ermita y se vuelve a la iglesia con la Virgen para al día siguiente en romería devolver cada imagen a su lugar de origen.
PAISAJE
Además de una densa historia y de un patrimonio arquitectónico de primer nivel, Valdecuenca conjuga otros valores ligados a la naturaleza, hasta tal punto que una de sus señas de identidad es sin duda el extenso sabinar que inunda su término. Muchos de sus ejemplares son de porte arbóreo como podemos apreciar en Los Pozuelos, Muela Corta, Las Cerradillas y mosén Pedro.
En el año 2000 fueron declarados LIC (Lugar de Importancia Comunitaria) Los Sabinares de Saldón y Valdecuenca. Tienen una extensión de 9.217,54 has., que ocupa también parte de los términos de Albarracín, Jabaloyas, Royuela y Terriente.
Las sabinas albares son reliquias del Terciario dado que se desarrollan en suelos muy pobres y son capaces de soportar una climatología extrema. Los zorzales y mirlos, así como otras rapaces se alimentan de los frutos de las sabinas. Estas aves junto con el ganado ovino son eficaces vectores de dispersión de las sabinas por cuanto se alimentan de sus frutos azules (gálbulos), diseminando a gran distancia las semillas con sus excrementos, favoreciendo así su regeneración natural.
Pero, además, los sabinares albares han favorecido el desarrollo de prados adehesados ricos en gramíneas y leguminosas que han condicionado la alimentación de los ganados. Por este motivo, en el pasado la actividad pecuaria tuvo una gran importancia en Valdecuenca. Así lo demuestra el casi centenar de apriscos pastoriles que se han localizado en su reducido término.
Aunque se han diseñado varias rutas senderistas (la ruta del poblado, la del regajo…) que nos permiten disfrutar del paisaje, la vegetación, la fauna, el frágil relieve calizo azotado por la erosión del agua fundamentalmente, que ha creado fuertes hendiduras en sus barrancos y en sus cultivos (dolinas), proponemos al viajero, entre otras, una ruta sencilla a través del barranco Melero.
El barranco Melero
Se trata de un itinerario muy conocido por los senderistas. Los interesados pueden consultar una mayor amplitud de datos técnicos en Google Maps. La ruta tiene aproximadamente unos 6 km. de distancia, sin ningún tipo de dificultad, que se puede realizar en menos de dos horas. Época aconsejada: primavera y otoño.
Como su nombre indica el barranco Melero hace referencia a la miel, un producto en el que siglos atrás se especializaron los colmeneros de la Sierra. Iniciamos nuestro trayecto en la plaza de la Fuente en dirección al lavadero. Desde aquí giramos a la izquierda y bajamos por la senda que conecta en el propio barranco Melero.
Un poco antes de la confluencia podemos ver a nuestra izquierda los restos de un colmenar de banquera con dos hiladas de piedra, acostado sobre un roquedo que le protege, hoy convertido en corraliza de ganado. Una vez incorporados giramos a la derecha siguiendo la trayectoria descendente del propio barranco. Los lugareños llaman barranco del Valle a esta primera quebrada.
A través del recorrido podremos apreciar todo un bosque de sabinas y la profunda entalladura de los roquedos del propio barranco donde se aprecian sinclinales, crestas rocosas, que han soportado una acción erosiva devastadora. Un panel localizado en el itinerario nos da una explicación sencilla y breve de las virtudes del recorrido. Encontraremos algunas especies arbóreas que conviven con la sabina: enebro, quejigos, carrascas, pino laricio y silvestre, pero también una gran variedad de aves.
Un poco más adelante a la izquierda unos colmenares rupestres habilitados al aire libre se localizan en pequeñas oquedades, donde se colocaban las colmenas móviles de madera aprovechando las zonas más soleadas y abrigadas de los roquedos. El camino aunque amplio es sinuoso. Una vez pasado el Puntal de Las Cabras y El Puntal del Tabernero llegamos al corral de Juan Marco, lugar de confluencia con el barranco de Zarzoso. En todas las cimas que nos rodean se conservan las trincheras que formaban parte de la línea de defensa de Peña La Cruz.
Encima de este aprisco se aprecia una de estas secciones en un estimable grado de conservación. Esta línea está defendida por parapeto de piedra seca. Cada 25 metros aproximadamente hay un saliente circular defensivo que permite controlar minuciosamente los movimientos del enemigo a través de varios ángulos de observación, lo que favorecía una defensa más eficaz en caso de que alguna de las líneas fuera desbordada.
En el centro de la planicie del puntal se aprecian otros restos destinados probablemente a la intendencia (suministro de víveres) o como polvorín. Se localizan nidos de ametralladora en los lugares más elevados que tienen un mayor horizonte visual desde donde se controlan las vías de comunicación. Las líneas de defensa se protegían con la piedra abundante de los alrededores, aunque no tuvimos ocasión de ver estructuras de hormigón como las que se conservan en Terriente.
Volviendo desde el corral de Juan Marco a la derecha en sentido inverso de la rambla llegamos al puente de la carretera tras dejar a nuestra derecha los corrales de La Celadilla. Siguiendo la carretera en torno a un km tomaremos un desvío a la derecha que tras pasar La Majadilla y Los Centenares nos aproximará al Lavadero.
Otra opción muy recomendable, que necesita una mayor preparación porque triplica la distancia y el tiempo en recorrerla, es girar a la izquierda en el corral de Juan Marco siguiendo el itinerario del barranco de Valdecuenca hacia Bóveda en dirección a Tormón pasando por Cerro Mancho y Las Olivanas. Es la senda que discurre por el cauce del río Ebrón cuyo nacimiento se localiza, según algunos autores, en el barranco de Valdecuenca.
Los lugares elevados de sus alrededores nos permiten disfrutar de un atrayente paisaje, de un tupido bosque de sabinas y carrascas que en más de una ocasión nos desorientan. Quizás el más próximo y uno de los más interesantes es el mirador de Santa Bárbara porque está situado frente a la localidad y además nos permite visualizar un nítido enfoque de la ubicación de Saldón resguardado por El Cabezo y de las vecinas tierras de Terriente. Un panel explicativo nos da cumplido detalle del horizonte que se abre a nuestros ojos.
No acaban aquí las atalayas privilegiadas de Valdecuenca. La pista que recorre la Muela desde los corrales de mosén Pedro hasta el cerro Carrasco también se convierte en un mirador móvil de la fértil cañada de Mierla si optamos por no bajarnos del coche. O bien la vista privilegiada que se divisa desde el improvisado cerro centinela donde se hallan los restos del poblado. Los Castillejos, Cerro Redondo, entre otros, son otros nombres evocadores que nos ofrecen unas excelentes panorámicas sin obstáculos visuales.
La ausencia de cursos fluviales permanentes ha obligado a lo largo de la historia a crear una amplia red de pozos y charcas, más de veinte, que circundan su término: Pozuelo, el tio Benigno, Pantorras, Las Hoyas…, quizás el más espectacular el pozo de la Muela Terriente que cuenta la tradición fue vendido este paraje a cambio de la construcción de la ermita de la Purísima. Aunque la actual protección exterior a dos aguas nos confunde, se trata de un pozo circular construido con piedras de sillería.
También se han habilitado con mucho mimo áreas recreativas para disfrute de cazadores, vecinos y paseantes, en especial los niños disponen de una amplia zona de expansión. Dotados con todo lo necesario (refugio, fogones, mesas, arbolado…) para degustar una buena comida con la familia, con los amigos, quizás el refugio del Regajo situado al lado de la rambla de Zarzoso sea el más emblemático.
Otro albergue está situado en la orilla derecha de la carretera de Jabaloyas junto a la charca en el cruce que se desvía en dirección al Regajo. En otras ocasiones la proximidad de un refugio ha permitido rehabilitar un espacio que forma parte de su patrimonio industrial como la tejería, donde aún se aprecian los restos de la bóveda de su horno que en su día abastecía de teja y ladrillo a los vecinos.
Aunque todavía permanece virgen porque no ha sufrido la intervención humana, el entorno del molino me sedujo la primera vez que lo vi hace unos años. Se trata de un espacio intacto, no intervenido por la acción humana, que soporta un agradable microclima en la profundidad del barranco donde está ubicado. En sus aledaños aún se aprecian las terrazas de las eras y los cultivos centenarios que la erosión y el desuso va devorando poco a poco de forma inexorable.
Los restos del molino, con su canal cercano, aún conservan entre una impenetrable maleza los restos de su portada circular construida con grandes bloques de piedra de rodeno. La inscripción de 1767 delata la antigüedad del esplendor de su pasado cuando Valdecuenca alcanzó una de las puntas demográficas más elevadas de su historia.
Aquí se localizan a su vez interesantes modelos de apriscos pastoriles como el corral de la Cueva El Regajo o el corral del Barranco del Lino, adosados a la base de la pared vertical rocosa que se aprovecha como muro protector de vientos y aguas, pero que el devenir de los tiempos los ha convertido en un lugar peligroso pródigo en desprendimientos por la elevada acción erosiva de la zona. Por otra parte, no olviden visitar los alrededores de la cueva del Racionero, un profundo meandro producido por la erosión de las aguas que desembocan en la explanada de Bóveda. Si tienen suerte igual divisan algún ejemplar de cabra hispánica.
Hoy Valdecuenca mira con optimismo al futuro. La mejora de los accesos por carretera pronto será una soñada realidad. Los servicios que prestan los establecimientos hoteleros de La Posada del Horno y la Hospedería El Zorzal elevan la oferta turística, muy por encima de las posibilidades de una población de su tamaño. Un pequeño museo instalado en las antiguas escuelas nos ofrece una variada exposición de útiles de labranza y una interesante muestra de fósiles del entorno.
Por otra parte, una rica historia recuperada del polvo del olvido por su cronista Tomás García Soler, el paisaje dominado por su extenso sabinar, esa seña de identidad determinante de su idiosincrasia, el patrimonio natural y arquitectónico que han restaurado con sumo mimo (las ermitas en particular), la armonía que todavía desprenden los muros de sus casas…
Con estos mimbres Valdecuenca puede presumir de ser una de las localidades menos degradadas de la Sierra de Albarracín. Todavía mantiene entre el trazado de sus calles la esencia de un pueblo ganadero que lo fue en el pasado y mantiene una perfecta simbiosis con el paisaje.
Todos estos elementos deberían fundirse con la relevancia arqueológica de su poblado y proyectando la huella que todavía ofrecen las heridas visuales del prolongado trazado de sus trincheras, fiel testimonio de una trágica historia que sufrieron en silencio sus habitantes y que es preciso sacar a la luz. Sin duda, las huellas defensivas de la guerra civil pueden ser un reclamo turístico por explotar, elementos no le faltan. Basta con analizar experiencias ya desarrolladas al respecto.
Pero también es hora de hacer justicia, escrita con mayúsculas para que se lea, de aquellas personas que en su quehacer diario han dado lo mejor de sí mismos por su pueblo. Afortunadamente muchos ejemplos se prodigan en la Sierra de Albarracín. Gran parte de estos logros que hemos resumido, aunque sin duda muchos habrán quedado en el tintero, se lo deben los vecinos de Valdecuenca a Arturo Marco Benedicto, hasta hace unos días su alcalde más fecundo, quien durante más de tres décadas al frente de la dirección del consistorio ha trazado con claridad de ideas, el acertado rumbo que ha emprendido esta localidad.
Con este pequeño reportaje y en el momento que además consideramos preciso, el CECAL pretende rendir un merecido homenaje a Arturo Marco Benedicto, cuando por decisión personal deja el consistorio para prestar una mayor atención a su familia y a sus quehaceres profesionales, pues sin duda las tareas municipales le habrán robado un tiempo precioso durante estas décadas, por las generosas energías que ha consumido durante muchos años de forma desinteresada en pro de la conservación del patrimonio natural y la arquitectura popular de Valdecuenca, hasta tal punto que Valdecuenca hoy no se puede entender sin la impronta que ha dejado este gran regidor municipal.
NOTAS
(1) Historia de Albarracín, reed. CECAL, José Luis Castán, coord., Teruel, 2011, pp. 477-481.
(2) En revista Rehalda, núm. 14, CECAL, 2011, pp. 47-52.
(3) Iconografía hispana, 1966.
DESCARGAS
Vadecuenca: entre sabinares y trincheras, Rehalda # 22 (Doc. pdf.)