Una nueva entrega del conmemorativo de Juan Manuel Berges esta vez referida al un pequeño y bellísimo municipio de 28,4 km2 y 26 habitantes enclavado en las faldas de la Sierra de Albarracín a una altura de 1.395 metros. Nos referimos naturalmente a Saldón.
Del estilo del autor de estos artículos ya lo hemos dicho casi todo en anteriores entregas. Su rigor histórico y la claridad y calidad expositiva siguen presentes si bien, en esta ocasión, se nota un estilo más divulgativo acorde con el perfil del potencial lector de la revista Verde Teruel para el que fue escrito. A todo lo anterior, que hay que añadir unas excelentes ilustraciones y una maquetación profesional realizadas por la familia Perruca y su equipo, impresores habituales de nuestros libros y revistas. Un lujo que ofrecemos a nuestros lectores con nostalgia y legítimo orgullo.
SALDÓN: ENTRE SABINARES CENTENARIOS
Juan Manuel Berges Sánchez | Verde Teruel Nº 26, Año 2011
Introducción histórica[i]
El pequeño pueblo de Saldón, no muy distante de Albarracín, opina el Padre Tragia sea rastro del antiguo Ephebia Saldona, nombre bilingüe de los idiomas griego y celta, compuesto para significar que los jóvenes de ambas naciones poblaron este sitio y perpetuaron el suceso con expresivas voces adecuadas al intento…Esta breve reseña más próxima a la cultura celta que a una hipotética presencia griega por estos pagos, centra sin embargo la importancia que tuvo Saldón a lo largo de la historia si nos atenemos a los importantes yacimientos arqueológicos que se localizan en sus proximidades donde sobresalen El Cabezo, en cuya ladera se recuesta el caserío, Los Villares y El Casar.
Cierto que la primera referencia escrita sobre Saldón se remonta a 1246 cuando esta aldea fue empeñada junto con otras propiedades para pagar las deudas de Pedro Fernández de Azagra, tercer señor de Albarracín. Y es que los monarcas utilizaron las heredades del entorno de Saldón como objeto de negociación política o para recompensar los servicios prestados por sus vasallos debido a su elevado rendimiento agrícola. Una situación que en parte confirmaría que tal vez Saldón derive del latín saltus, terreno no cultivado, o de saltare, lugar de pendiente escalonada. No es aquí el escenario elegido donde pretendamos dar respuesta a su origen toponímico.
De esta manera la fértil sernam[ii] iusanam, localizada en la Vega y La Cañada, fue colonizada y fraccionada en lotes a lo largo del siglo XIII. La heredad más importante la entregó Jaime II en el año 1300 a Juan Ruiz de Heredia. Dos años después su esposa Elvira Remírez le devuelve al monarca estas tierras. Esta especial situación jurídica como tierra de realengo motivó que Saldón tardara en incorporarse a la Comunidad de aldeas.
Otras heredades próximas tuvieron un gran desarrollo lo que en definitiva asfixió la expansión territorial de la aldea: Roclos, La Nava, Dornaque, Casa Blanca, parideras Almagrao, Villalba, Mierla… Sus vecinos apenas pudieron disfrutar del prado adehesado del Cinajuelo.
Sin embargo además de tierras fecundas en los alrededores de Saldón se explotaron desde antiguo minas de hierro, una nueva explicación a la pronta presencia del hombre para disputar las materias primas de su subsuelo.
Pronto se instalaron en su solar miembros de las familias dominantes de la Tierra como los López Malo, Benedicto y Murciano, y a su vez también la comunidad judía adquirió fincas agropecuarias (La Nava) y favorecieron los intercambios comerciales en la zona.
Patrimonio Cultural Material e Inmaterial
Al margen de estas breves notas históricas, la localidad de Saldón sorprende por la riqueza arquitectónica que atesora, tanto popular como religiosa. Lástima que sólo se conserven las ruinas de la ermita de la Santa Cruz, uno de los pocos ejemplos de estilo gótico de la Sierra, que en un principio fue la iglesia parroquial del lugar hasta ser sustituida por un templo de mayor porte, la iglesia de la Asunción, destinada a dar servicio a la demanda de un más que evidente incremento demográfico llevado a cabo en el siglo XVI, derivado del auge de la comercialización de la lana. En lo sucesivo sólo se celebraba culto en este recinto religioso el día 3 de mayo, antaño una gran festividad en la Sierra, cuando a la vez que se bendecían los términos se conmemoraba el día de la Invención de la Santa Cruz.
La iglesia de la Asunción presenta una nave central cubierta por bóveda de crucería. Un atrio a los pies nos permite el acceso al templo. Un alfiz quebrado adorna la portada que algunos investigadores adscriben al estilo gótico castellano.
Siguiendo a César Tomás Laguía en el siglo XVII se fundaron varias capellanías, destacando las tres de Ánimas instituidas por las autoridades del concejo y el rector de la parroquia. Como curiosidad, en la segunda el capellán tenía la obligación de “enseñar a los niños a leer, escribir y contar y había de ser hábil para tañer el órgano”.
Otras fueron fruto de la iniciativa privada. En 1667 se fundó la capilla de la Santísima virgen de la Concepción según dispuso en su testamento Ángela Murciano. Unos años antes, en 1661, María Murciano, tal vez parienta suya, instituyó otra capellanía con la obligación de celebrar misa los domingos y festivos en la capilla que existía en la masía de Roclos.
Además de la ermita de la Santa Cruz, restaurada en 1880 pero abandonada tras la contienda civil, se conservan las de San Roque y la de San Bartolomé, esta última ya citada en un documento de 1295 durante el proceso de roturación de La Serna. La adopción del culto a este santo tal vez derivó por ser uno de los Doce Apóstoles de Jesús y por ser el patrón de los vinateros, porque es posible que ya en esta época se cultivasen viñas en los alrededores.
Años atrás se celebraba la fiesta del Niño o de Los Mozos el domingo siguiente a la festividad del Corpus. En la actualidad las fiestas se celebran los días 24 y 25 de agosto en honor de su patrón San Bartolomé, unas fechas en las que los agricultores esperan con inquietud las primeras lluvias:
“Para que la otoñada sea buena, por San Bartolomé las aguas primera”
Entre los edificios de carácter civil y público destaca el edificio del ayuntamiento precedido por su lonja. En su día fue lugar de reunión del concejo en sustitución del pórtico de la iglesia. La planta baja servía de almacén y sus cuartos se habilitaron como cárcel, oficinas y escuelas. Posteriormente adoptó un carácter más comercial donde se instalaban los puestos de los vendedores ambulantes.
Respecto a la arquitectura doméstica la Casa Grande de Saldón llamada “del Ministro” responde al modelo propio de las familias dominantes de las aldeas, generalmente situadas próximas al prado del pueblo. Construida en mampostería, presenta planta cuadrada con dos pisos y granero. La escalera está ubicada en el centro de la vivienda y tiene acceso desde el zaguán. Está datada en 1776.
También merece ser destacada la fuente destinada al abastecimiento de agua. Presenta en su portada un nicho cubierto con un arco de medio punto que protege la pila principal. El agua se desparrama a través de un abrevadero anexo, al descubierto, para dar servicio a los animales.
En el resto de la localidad todavía se observan vestigios de la arquitectura popular más típica de la Sierra de Albarracín. El material utilizado es la piedra. Los espacios y huecos se abren a través de pequeñas ventanas de madera y balcones protegidos por sencillas rejas, mientras los tejados suelen estar decorados con aleros de madera. En alguna ocasión se observan portadas adinteladas con grandes dovelas que manifiestan el señorío que antaño tuvieron sus moradores.
Pueblo de pastores y ganaderos trashumantes, destacamos a Miguel Murciano Santa Cruz quien en 1745 accedió a los privilegios de la cabaña real. No siempre fueron venturosos sus traslados pues a un ganadero de Saldón, unos años antes, en 1720, le confiscaron su ganado en Alcira a pesar de haber pagado 20 reales al arrendador. No le quedó más remedio que buscar un fiador para que regresara su rebaño a la Sierra de Albarracín.
Pero Saldón también fue cuna de personajes ilustres. Aquí nació Fray Pedro Lázaro Ferrer, franciscano, quien cursó estudios en Sicilia donde fue predicador en el convento de Santa María de Los Ángeles. Fue catedrático de Filosofía Moral en la Universidad de Nápoles y posterior obispo de Uxento (Italia), donde falleció ejerciendo su cargo.
En el siglo XVII, existían en Saldón tres ermitas que llegaron hasta el 1936, la de San Roque, de Santa Cruz y la de San Bartolomé, teniendo las tres, “retablo gótico de pincel sobre tabla dorada”.
A las afueras se encuentra la ermita de San Bartolomé, patrón de la localidad.
Las fiestas mayores del pueblo honran al patrón, San Bartolomé, y al Niño de la Providencia o de “la Bola” del 24 al 26 de agosto.
Patrimonio Natural: El Sabinar de Saldón
El bosque de sabina albar de Saldón ha sido incluido por las autoridades europeas dentro de los hábitats prioritarios de conservación. La red Natura2000 que señala una serie de LICS en la sierra de Albarracín necesitados de especial protección, ha incluido los sabinares de Saldón-Valdecuenca (9.218 hectáreas).
Este ecosistema, el sabinar, es una reminiscencia del terciario cuando el clima era muy frío. Suelen colonizar las gélidas parameras calcáreas que soportan un clima de carácter continental de contrastes térmicos acusados con presencia de suelos de escaso sustrato. Por este motivo la sabina tiene un lento crecimiento y escaso aprovechamiento maderero.
Los sabinares presentan un paisaje de prados adehesados que en el pasado fue muy beneficioso para la actividad ganadera. En invierno los rebaños aprovechan las ramas más altas y los pastos se prolongaban unos meses. Por este motivo en los alrededores de Saldón son abundantes los corrales y apriscos de ganado, destacando dos zonas excepcionales de agrupaciones de sabina albar: los corrales de Las Hoyas donde destaca la sabina de Peseto, El Campo, Los Villares y la masía de Roclos.
La madera de sabina, por su dureza, ha sido aprovechada en la construcción de viviendas: ventanas, mesas, puertas, balcones… En ocasiones desaparecieron grandes extensiones de sabina por la gran demanda que tuvo en el pasado para la Armada, para la construcción de navíos. Además los lugareños han tallado pequeños aperos agrícolas y se surtían de su madera para calentar sus hogares por su alto poder calorífico. Sin olvidar que el color y olor típico de su madera se utilizaron para construir útiles de uso doméstico que todavía se conservan en los hogares de la Sierra de Albarracín.
Ruta por el sabinar de Saldón
Al margen de las consideraciones históricas y las interesantes muestras de arquitectura popular que todavía conserva la localidad, sin duda el extenso sabinar que cubre el manto del término de Saldón, junto con la parte limítrofe de Valdecuenca y la Comunidad de Albarracín, es su verdadera carta de identidad.
De la mano de un gran conocedor del terreno y experto en el conocimiento de las especies vegetales que crecen en estos terrenos, Eduardo Sánchez Marco, alcalde de Saldón, nos propone a los viajeros una ruta especial que se adentra en el corazón del extenso sabinar que emerge ante nuestros ojos. Un consejo previo: la mejor época del año para realizar esta travesía es la primera quincena de junio o bien con la entrada del otoño cuando antaño los vecinos demostraban sus habilidades con la caza de la tordeja a lazo.
El punto de partida es la propia población de Saldón. Tomamos el camino que se dirige al cruce de la carretera Teruel-Toril. Nada más rebasar los últimos pajares del pueblo a nuestra izquierda sale un camino que por el Paso Las Liebres en apenas un kilómetro desemboca en la Sabina Peseto, una sabina albar espectacular aislada entre los campos que alcanza 13 metros de altura. Está formada por dos troncos unidos que se separan a más de metro y medio del suelo a causa de la acción de un rayo.
Volvemos de nuevo a la pista forestal y comenzamos el ascenso por un sendero en mal estado hacia el cerro de Las Majadillas, coronado por el vértice geodésico de Las Clafizas (topónimo que hace referencia a masas rocosas) a 1594 metros de altura. Desde el mismo pilón se observa una extraordinaria panorámica que rastrea los tejados de Saldón y en el horizonte al fondo el caserío de Valdecuenca.
Se divisan puntos estratégicos hacia Dornaque, Peña La Cruz, el Javalón, El Navazo y San Cristóbal de Terriente, dando alcance a las primeras estribaciones de la serranía de Cuenca. Proseguimos nuestro viaje dejando a nuestra izquierda el corral de Los Chinés. Más adelante tenemos la opción de desviarnos a la derecha para dar alcance a la Cruz de Montoyo, el punto más elevado de la zona (1603 metros).
Volvemos a nuestro itinerario inicial. Dejamos tras de sí el corral de los Zaragoza (a la izda.) y las Decimadas a nuestra derecha, como si el terreno lo hubiesen dividido en diez lotes o lo hubiesen diezmado. Seguimos el camino de Valdecuenca por donde transita el Paso de ganado de Las Caídas. Llegamos a la Sima de la Retorca[iii]. Se trata de una sima con paredes escarpadas que semeja una agrupación de piedras, en apariencia sin peligro, pero cuyas capas inferiores, generalmente calizas, todavía están en fase de disolución.
Nos aproximamos a un área extensa batida por el viento sin protección alguna, casi desértica, Loma Rasa, tras atravesar la Pieza de Monreal. La vegetación mediterránea brota por doquier con una gran variedad de especies. Y aquí es donde Eduardo nos sorprende con un conocimiento exhaustivo de todo lo que crece a nuestro alrededor: zapatitos de nuestro señor, orejas de liebre, el pelos, clavelineras, tomillo terrero, el ambrio, el febrerazo… por poner un ejemplo. Los aficionados a la botánica disfrutarían con esta clase práctica magistral en el propio campo de observación. Todo un placer.
Seguimos la ruta planificada y comenzamos a comprender el significado de Las Caídas, del barranco Undiago, un terreno que ofrece un desnivel pronunciado hacia los primeros afloramientos del Rodeno. En esta zona abundan los apriscos para el ganado. El corral de los Zaragoza, las parideras Monreal, el cerro Cortés (uno de los apellidos influyentes de la ciudad)… me sugieren la presencia en estas tierras de los rebaños de la Casa de Ganaderos de Zaragoza ya atestiguada en el siglo XV.
Precisamente los Monreal fue una de las familias ganaderas más poderosas de la capital del Reino que frecuentaban los pastizales veraniegos de la Sierra situados en Orihuela, Pozondón (en Villar de Arcos), Rodenas (peña Zaragozana) Villar del Cobo (Mesa Santa y Zaragozano). Durante varias décadas fueron los rematantes de la dehesa de Aguas Amargas (como reminiscencia queda el paraje del Pocico Zaragozano) y además entablaron amistad con los López de Heredia, señores de Santa Croche, quienes en ocasiones intervinieron para que pudiesen trasladar sus ganados a sus predios. A veces el nombre de los parajes tiene un significado lógico y no necesitamos que corra nuestra imaginación.
Dejamos las parideras del Alto y de La Molina. Desde Cerro Alto se nos abre una panorámica espectacular pero desconocida de la ciudad de Albarracín, a vista de pájaro en línea con la paridera de Logalindo, desde el suroeste, con más de trescientos metros de desnivel. Todo un placer visual donde la altura responde al dicho pastoril: “Niebla en el Cerro, paja al becerro”.
Nos lanzamos con mucha precaución por Las Lomillas debido al pronunciado desnivel de la pista que desemboca en la carretera que desde la ciudad se dirige al Parque Cultural de Albarracín. A nuestra izquierda la masía de la Rábita, a la derecha la Losilla Baja y el Centro de recepción de visitantes.
Todavía nos queda una última visita. El corral de Cortante da acceso a la derruida Venta de Saldón, una parada obligatoria para los carreteros que se dirigían décadas atrás hacia tierras conquenses, así como los rebaños que tenían como destino las estribaciones de las sierras de Valencia. La Venta de Saldón fue en el pasado no sólo el eje estratégico que distribuía gentes y ganados sino el lugar idóneo donde descansar tras largas semanas de fatiga.
Nosotros también vamos a reponer fuerzas tras una magnífica jornada, pero preferimos alojarnos en los apartamentos de la Casa de Los Maestros que gestiona el ayuntamiento para poder saborear en silencio, sin prisas, la sobria personalidad del urbanismo de Saldón.
ARTÍCULO ORIGINAL EN VERDE TERUEL
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