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Bajar a los extremos: De Griegos a la campiña jienense

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Ricardo Herranz, Sagunto 1977, acaba de publicar su primera novela titulada «8 días a la semana» que trata de las vivencias de su abuelo  Marcelino Herranz, Griegos 1911- Puerto de Sagunto 1981, en las primeras décadas del siglo XX. Tras adquirir y leer uno de los primeros ejemplares de su obra, invitamos a su autor a que escribiera un artículo sobre su novela para su publicación en esta Web con objeto de darle difusión. La obra se presentará el próximo 3 de Marzo a las 19.00 h en el Salón de Actos del Casino del Puerto de Sagunto (Valencia).

En este artículo Ricardo describe  y pone imágenes a la ruta recorrida por su abuelo y muchos otros serranos cuando se desplazaban desde la Sierra de Albarracín a tierras jienenses a trabajar en molinos de aceite a la llegada del invierno y que se conoce en los pueblos de la Sierra como la «bajada a los extremos». Esta costumbre que se ha mantenido vigente hasta los años 60 del siglo pasado y, en parte, aún realizan los últimos pastores trashumantes de esta serranía. Este episodio se narra en la novela en mayor detalle, aunque sin imágenes, en la que el protagonista, Marcelino Herranz, hace el viaje por primera vez el 8 de diciembre 1924 a la edad de 13 años.

“8 días a la semana” la novela sobre los Montes Universales, da la bienvenida a la adolescencia de su protagonista, Marcelino, con una de las tradiciones más arraigadas que aún perviven en el seno de las poblaciones agrícolas y ganaderas que diseminan la Sierra de Albarracín. Y es que, desde el albor de los tiempos, los hombres han tenido siempre la necesidad de viajar, unas veces por comida, otras por la seguridad de los suyos y otras tantas por las adversas condiciones climatológicas del terreno. En la Sierra de Albarracín, estos tres factores se sumaban en un único acontecimiento conocido como “bajar a los extremos”. Ya fuera con los ganados trashumantes, en cuadrillas de carboneros o a trabajar en los molinos de aceite, lo cierto era que al llegar el invierno los varones sanos, en edad de trabajar, abandonaban su hogar para aventurarse por unos meses en unas tierras lejanas, que nada tenían que ver con su querida Sierra. La bajada a los extremos tenía una doble lectura para la entidad familiar y sus apretadas economías; por un lado se eliminaba una boca que consumiese las, generalmente exiguas, reservas de las despensas y, por otro, se ganaba un dinero extra que bien vendría para las siembras de primavera.

Portada

Portada del libro

Por aquella época, el recorrido usual de los ganados trashumantes que abandonaban la Sierra, consistía en descender por el Barranco del Judío hasta la Cañada Honda, entre Tragacete y Huélamo, para posteriormente desviarse de la Cañada de Los Chorros en dirección a la Cañada de Rodrigo Ardaz (por la Loma Atravesada) que les dirigía directamente hasta Chillarón, embarcadero habitual para el ganado. Sin embargo, aquellos que deseaban tomar el tren en la capital conquense continuaban a lo largo de la Cañada de Los Chorros (o Cañada Real Conquense), hasta que las obras del embalse de La Toba les obligaron a desviar su camino por Huélamo y a través de Tierra Muerta, camino natural de los trashumantes conquenses.  Ésta sería la ruta que, en 1924, siguió el joven protagonista de la novela, de sólo 13 años de edad, en compañía de un pequeño grupo de serranos que dirigían sus pasos a Cuenca, donde cogerían un tren hasta Aranjuez y desde allí un segundo ferrocarril hasta La Campiña jienense, para trabajar como fogonero en uno de tantos molinos de aceite que pueblan sus tierras. Nos centraremos en el viaje a pie de estos caminantes por obligación.

Para aquellos hombres que acostumbraban bajar a los extremos, año tras año, aquella aventura se convertía en rutina. A principios del mes de diciembre, para la Virgen del Cubo (8 de diciembre), daba comienzo la primera de las dos etapas que recorrían desde la parte alta de la Sierra hasta la capital conquense, a través de más de ochenta kilómetros de sendas, cordeles, veredas y cañadas. Con sólo un pequeño hato, algún perro fiel y un arma clandestina con la que defenderse de los asaltantes de caminos, los trabajadores de la parte alta de la Sierra emprendían su camino a lo largo de la Cañada de Sierra Alta. La ermita de la Magdalena, en el desvío actual a Villar del Cobo y frente a la portera de su dehesa, era el lugar de reunión de todo el grupo.

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Desde ese pequeño templo, consagrado en 1483, nuestros pasos se dirigen hacia el Portillo de Guadalaviar, dejando atrás el camino de Valtablao  y el Alto de Juan Rubio. Se trata éste de un hermoso lugar donde tomar aire y gozar de las hermosas vistas que la Vega del Tajo nos depara.

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La cañada desciende hacia el cauce del río más largo de España, pasando por la paridera de la Vega y el pajar del Cuartillo, para una vez vadeado éste encaramarse hacia el Puerto del Cubillo. En el paraje conocido como la Hoya de la Gitana, esta cañada se une a la de Fuente Umbría, para pasar a convertirse en la Cañada Real Conquense o de Los Chorros.

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Saliendo de la Hoya, la cañada bordea al imponente Mogorrita, con sus 1884 metros de altura y sus pistas de esquí abandonadas, para buscar el siempre complicado descenso a través del Barranco del Judío, hasta encontrarse con la antigua herrería que da nombre a la Cañada Real y donde se encuentra un descansadero de animales.

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Desde aquí se cruza la carretera de Tragacete-Cuenca y sorteamos el cauce del Júcar, hoy en día por un puente de reciente construcción, y nos adentramos en la conocida como Cañada Honda. En este punto, los pasos aventureros de los protagonistas de “8 días a la semana” se desvían del recorrido habitual trashumante hacia Chillarón, para seguir el curso del Júcar en dirección Huélamo a buscar la Cuesta de los Rabadanes y Tierra Muerta. Por el camino, el rio se reorienta hacia el sur en las proximidades del Cagigal, para unos metros más adelante cruzar al margen izquierdo del Júcar a través del puente existente junto al antiguo batán de Huélamo.

Foto05

Se pasa junto a la citada localidad para seguir nuestro camino, como el Júcar, en dirección al mediodía, donde tras cruzar una suerte de arroyos  provenientes de la Sierra de Valdemeca, se llega a la Venta de Juan Romero, final de la primera de las dos etapas.

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La segunda jornada arranca con el ascenso por la Cuesta de los Rabadanes, que nos adentra hacia Tierra Muerta, un paraje inhóspito de tierras sueltas coloradas que alternan roquedales calcáreos con amplias parameras dominadas por sabina albar y bosques de pino negral.

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Atravesando este bello paraje, nos reincorporamos de nuevo, en el Quinto de la Fuencaliente, con la Cañada de los Chorros que habíamos abandonado en Cañada Honda y que ya ha salvado el Embalse de la Toba. Muy cerca de este punto, el Prado de los Esquiladores ofrece un perfecto espacio para el descanso.

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Al poco de reemprender el camino, y tras pasar unas pequeñas lagunas, que nos señala la proximidad de las Torcas de los Palancares, la Cañada se desvía siguiendo hacia el sur por la Cañada Real de Andalucía, mientras nosotros seguimos el camino a Cuenca .

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Pasamos el Pozo Coronado y dejamos al sur el mirador del Ceño, desde donde se puede divisar la Dehesa de Cotillas, para dirigirnos hacia las Lomas de los Mojones, en busca del Descansadero del Verdinal.

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A pocos kilómetros de nuestro destino, seguimos junto al curso del Barranco de la Cueva del Fraile.

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Tras desembocar en el río Huécar, guiamos nuestros pasos hasta el antiguo Convento de San Pablo, hoy en día Parador Nacional de Cuenca, que nos sirve de bienvenida a la ciudad de las Casas Colgadas, final de nuestro trayecto donde embarcar en el tren que nos lleve a Aranjuez para seguir hasta la Campiña jienense.

Foto12

A continuación os dejamos un pequeño vídeo de Google Earth con la ruta seguida por Marcelino, protagonista de la novela, y la cuadrilla de la que formaba parte para bajar a Cuenca.

Autor

RICARDO HERRANZ PERIS.

https://www.facebook.com/8diasxsemana

http://8diasxsemana.blogspot.com.es/

Bibliografía

– Herranz Peris, Ricardo (2013). «8 días a la semana»

– Álvarez Belenchón, Berges Sánchez, Lozano Martínez y Vilar Pacheco (2009). «Rutas de la Trashumancia por la Sierra de Albarracín – A pie y en BTT»: Centro de Estudios  de la Comunidad de Albarracín (CECAL)

– Museo de la Trashumancia – Guadalaviar (2009). «Guía del Museo de la Trashumancia»: Gobierno de Aragón. Departamento de Cultura y Turismo. Museo de la Trashumancia.

– Martínez Fronce, Félix (1992). «La Cañada Real Conquense o de los Chorros», en Cañadas, Cordeles y Veredas. Valladolid: Junta de Castilla y León, Consejería de Agricultura y Ganadería.

– Bacaicoa Salaverri, Elías Pastor, Grande Ibarra (1992). «Cuadernos de la trashumancia. Número 8: Albarracín-Cuenca-Molina»: Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

Galería de imágenes

Autor: Manuel Matas

Miembro de la Junta Directiva de CECAL

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