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| Centro de Estudios de la Comunidad de Albarracín

Inauguración de la exposición «Espacios de la espera»

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Ayer tuvo lugar la inauguración de la exposición de la obra escultórica de Caren Martínez Samper en el claustro Claustro de San Pedro de Teruel. La exposición durará hasta el 3 de Septiembre de 2010 en horario de lunes a viernes de 10.00 h a 14.00 y de 16.00 h a 20.00 h.

La presentación corrió a cargo de  Juan Manuel Berges,  presidente de CECAL con una magistral locución que queremos convertir en perenne testimonio de nuestro reconocimiento a la artista y a la gran persona que es Carmen para todos los que tenemos la fortuna de trabajar con ella en pro de la cultura de nuestra comarca y compartir ratos como el de ayer.

PRESENTACIÓN DE LA EXPOSICIÓN Y SU AUTORA

Juan Manuel Berges Sánchez

Nacida en Albarracín, un lugar de origen que le mediatiza, se licenció en la Facultad de Bellas Artes de Valencia en 1988. Especialidad, su amada escultura.

Ha realizado varias exposiciones individuales en Albarracín. Este mismo año 2010 presentó su proyecto «Hilando palabras», en la Escuela de Arte de Teruel.

No digamos de sus numerosas participaciones en exposiciones colectivas en Zaragoza, Huesca, Teruel y Alcañiz, así como en la comunidad valenciana.

En la actualidad es profesora en la Escuela de Arte de Teruel y profesora asociada del área de escultura en Bellas Artes en Teruel.

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Conozco a Carmen desde la niñez. Pero no ha sido hasta hace escasos cinco años cuando he podido aproximarme a su verdadera dimensión humana y profesional como miembro del CECAL, como coloquialmente ya se conoce.

Ella aporta el toque femenino al Centro de Estudios y de esta manera nos bañamos con la sensibilidad y la reflexión que ella cultiva.

Ella diseña el formato de las diferentes colecciones donde se ubican las sucesivas publicaciones que van saliendo a la luz así como de la revista Rehalda. Y si el CECAL se distingue por el rigor en la investigación y en la divulgación, Carmen con sus bocetos ha conseguido que tanto continente como contenido mantengan un perfecto equilibrio. Todos sabemos que tras un gran esfuerzo de análisis e investigación son los pequeños detalles y un boceto singular los que califican la excelencia de una publicación.

Desplegó sus cualidades artísticas en el catálogo de la exposición La Sierra de Albarracín en el archivo López Segura publicado en 2006 y en esas pequeñas obras de arte en miniatura que son esa docena de separadores que diseñó con motivo de la felicitación navideña del pasado año. Pero su «Opera Prima» fue sin duda ese «genial» (me gusta el adjetivo) Por la ventana. La proxémica del espacio donde despliega todos sus recursos para consumar todo un riguroso ensayo sobre la funcionalidad espacial de la ventana y los materiales que la embellecen.

Hoy como podrán observar sigue experimentando con el espacio, con sus ventanas, pero la diferencia es que mientras aquellas son objeto de mirada, de análisis, porque son producto de la obra de otros, aquí desarrolla un proyecto personal con un único material sólido, el hierro, que le da soporte e inspiración.

Comprenderán que no voy a hacer una valoración de la obra escultórica de la exposición de Carmen Martínez Samper. No soy especialista en la materia y quienes prologan el catálogo han ponderado de forma concisa y precisa su alto valor artístico, su componente poético, su mediático mensaje de esperanza. Sería por mi parte un plagio repetitivo, sería vanidad intencionada.

Pero no puedo obviar que para mí es un encargo complejo prologar la exposición de Carmen. Y lo digo porque en las manualidades, en la disciplina artística he destacado por mi escaso despliegue de recursos. No obstante me van a permitir hacerles partícipes de las sensaciones personales que me ha sugerido el conjunto escultórico que hoy, sin prisas, podemos desmenuzar, dando rienda suelta a mi imaginación.

Me voy a fijar en tres temas que han despertado mi atención: El simbolismo del mensaje, los materiales empleados y el componente religioso

El simbolismo del mensaje

En toda obra debe existir una relación íntima entre el autor y su creación. Como el amor que siente una madre por su hijo. Y aquí se desprende esa complicidad por cada rincón del claustro. Como ambos se entienden sin disimulo.

Pero también como la autora y los escenarios que edifica se yuxtaponen. Y así se deja entrever la pasión que la autora tiene sobre la tierra que habita, su bucólica ciudad de Albarracín que a su pesar le arrastra, que se desprende a través de las delgadas líneas que modelan los sencillos principios que describen la vivienda, la modesta casa de los lugareños de la sierra. Y rememora aquella cultura prerromana, celtíbera, de lobetanos incardinados en la montaña, pausada en el tiempo, pero orgullosa de sus principios, con escasos recursos naturales pero donde se ha cultivado la hospitalidad, sumisa, transparente e inocente pero persuasiva y con profundas convicciones. Aquí se ha cultivado más el espíritu que la forma, donde el tiempo todavía no pasa, espera.

Carmen desmenuza uno a uno los elementos que integran el lar, la casa, el espacio sagrado familiar. Le interesa la convivencia que secunda la casa. La vivienda como medio de comunicación y relación personal. Logra sublimar aquellos espacios funcionales considerados inferiores, de menor talla (la ventana, el ventanuco, el umbral), olvidados por estar menos expuestos a la acción humana, a través de un prisma que ofrece diferentes puntos de referencia: desde el espacio y desde el tiempo, desde fuera y desde dentro, desde antes y después, desde arriba y desde abajo, como si hubiese una articulación regulada sobre el dominio sobre el espacio: la casa aislada en el monte, el hábitat disperso, la masía, donde se edifica una vida idílica, el palafito, donde no sólo nos aislamos del entorno sino que no dejamos que el entorno nos devore, la jaula, donde hemos perdido nuestra libertad.

Prefiere la casa aislada que el laberinto de los complejos urbanísticos. Y ahí nos transmite la soledad de su personalidad, su timidez, inquieta pero sin barullos, amante del sonido vacío y del espacio abierto. En su intento por buscar rincones de meditación aislados, desconocidos. Casas iluminadas en la montaña, sin dominar, todavía vírgenes, ajenas al trajín de los .tiempos, abiertas al despertar de la inspiración.

Los materiales

Carmen nos traslada a un ideal tiempo pasado a través de un metal menor: el hierro. Las culturas más avanzadas arribaron a las frías tierras de la sierra de Albarracín atraídas por las grandes bolsas de este mineral que esperaban dormidas en su subsuelo. Su transformación en simples fraguas y complejas herrerías nos ha dejado a través de hábiles herreros numerosos vestigios en edificaciones menores, pero bien es sabido que los grandes linajes presumían con esbeltas rejas de forja esculpidas en sus fachadas. Porque también algunos han vivido de la simple fachada. De la apariencia. Y nunca han reconocido, de puertas afuera, la decadencia, la caída en el escalón social. El metal también propone un orden social.

Si bien es cierto que el hierro desprende frío, nos encoge el alma, nos resta pasión, esta vez el frío representado por el destello que refleja el pulido del hierro. Un metal que representa la idiosincrasia de la gente de la Sierra, humilde pero hospitalaria, austera pero desprendida, modesta pero emprendedora, hacia otros horizontes, hacia otras miradas.

El componente religioso

Quizás entre tenues luces se adivina la profundidad de las creencias de la autora. Suaves pinceladas describen las aberturas blancas de las ventanas. Son modestas cruces que esconden la pasión interna de sus moradores y recrean el rigor del frío invernal que no penetra. Es el clavero que abre y cierra, que oculta y amanece. Es la llave. La móvil sombra que describe su silueta al antojo del movimiento del sol. La ventana es el límite entre la sombra y la luz, entre el interior y el exterior, entre lo divino y lo humano, entre un sueño y una realidad.

Y aflora su devoción a un espacio, a una ermita, donde se rinde culto a una imagen, la que le ha prestado su nombre, la virgen del Carmen, jardín de pureza, intercesora, mediadora, negociadora. Amante del diálogo. Todo en un recinto sagrado que vela desde lo alto el despertar de la ciudad de Albarracín.

También esas casas desvelan su inquietud por el más allá. Nos propone casas elevadas, con expresiones relajadas que confían en un futuro próximo anhelado, pretendido: te esperaré. Como si fuese el dormitorio de un campo santo, allá en la montaña, donde se unen las almas queridas para disfrutar de la felicidad plena, de la luz inmortal.

Esas casas que son fábricas de sueños, nidos de esperanza. Las ventanas, espacios abiertos, laberintos de luz.

Dar tiempo al tiempo en los espacios de la espera que despiertan nuestros sentidos.

La ilusión como espera, la confianza como espera, el amor como espera, el sueño que esperas.

Pero abre tu corazón, empuja las ventanas que no cierran y despierta ante el sueño que esperas.

Ese es el mensaje que Carmen nos transmite en los «Espacios de la espera». 

Imágenes del acto

Espacios.de la espera

Imágenes de las obras expuestas

Capturas de pantalla3

Reportaje de Prensa

Autor: Manuel Matas

Miembro de la Junta Directiva de CECAL

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