Alberto Villén fue –es– sin duda un hombre renacentista. Sus múltiples facetas tanto profesionales como artísticas así lo corroboran. Hoy vamos a daros una muestra de su faceta de articulista que versa sobre un tema situado medio camino entre la filología, la toponimia, y el medio natural. Con una prosa fluida, amena y erudita nos adentra en el estudio de una de esas «palabras retorcidas” de la Bruja del Ojuelo que más le fascinó tanto por su rotunda fonética como por su rica y variopinta semántica. Esa palabra no es otra que la que da apelativo a su lugar de nacimiento, a su primer equipo de fútbol, a no pocas sus amigas y vecinas, a su monte favorito, a su gran devoción mariana, a un santuario que vio renovarse varias veces a lo largo de su vida, a una asociación o junta de la que fue miembro destacado, a un museo que ayudó a fundar y cuidó con mimo, a un bello y frágil hábitat natural que gracias a su impulso –entre-otros- ha merecido un reconocimiento de importancia internacional, a uno de sus poemarios más preciados, a un municipio que gobernó con acierto y dedicación y, en fín, a una tierra bajo la que descansa en paz este ilustre oriolano… añorado padre, hermano, compañero, vecino, buen ciudadano y mejor amigo.
Os dejo con un artículo de Alberto escrito en el año 2007 para la revista Rehalda de CECAL. Que lo disfrutéis.
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